Extracto del medio de comunicación
Lapidando a la abuela (y otras viñetas cotidianas)
El periodista de EL MUNDO Ricardo F. Colmenero presenta hoy en Valencia ‘Literatura infiel’, el libro que reúne sus columnas de opinión que combinan la actualidad con instantáneas de la vida ordinaria
A veces, en las páginas del periódico, entre los cruces de acusaciones, la quiebra de las pensiones o los tuits de Trump, se cuela otra clase de imágenes. Historias que hablan del joyero con las cenizas de la abuela que se escapaba flotando en el mar, de un perro que oficiaba de monaguillo en una iglesia de Galicia o de una madre que paseaba escopeta en mano por las calles de su pueblo. Son algunas de las cosas que los lectores de EL MUNDO han podido descubrir en las columnas que Ricardo F. Colmenero -un gallego trasplantado a Ibiza por vía de Madrid- lleva años escribiendo y que ahora la editorial Círculo de Tiza publica en forma de libro, bajo el título de Literatura infiel, que hoy a las 19:30 presenta en la Librería Ramón Llull de Valencia.
En ellas, explica, intenta «trasladar la actualidad -o ni siquiera eso- a mi historia cotidiana. Una columna sobre el Congreso que pueda llevarte a una ex novia o a cuando me saqué el carné de moto. Ahí tienes una experiencia personal, es interesante, me hace reír y, sobre todo, no me traiciona, no me pondera ni me da lecciones».
Frente a los opinadores más ortodoxos, Colmenero se reivindica como columnista literario: «Cuando me dieron el Premio Julio Camba -que yo no conocí hasta poco antes- me cayó más como un diagnóstico que como un premio: ‘Tiene usted Camba’, sufre esta enfermedad y no sabe hacerlo de otra forma. Es verdad que escribo artículos de opinión, pero intento llevarlos siempre al columnismo literario. Sin dar lecciones y planteando más preguntas que respuestas, sobre todo en mi vida ordinaria. A veces lees opiniones de periodistas sobre la eutanasia y piensas: ‘Jolín, tú que sabrás de la eutanasia…’. Pero si te estoy hablando de mi ex novia, nadie sabe más que yo de ella».
Aunque puedan leerse como una especie de novela por entregas, en estas columnas, asegura el autor, no hay nada de ficción. «Es verdad que exageras mucho a veces», añade, «pero lo haces de forma que el lector lo sabe. Sobre todo en la primera parte, la de Galicia, veo mucha influencia del Big Fishde Tim Burton. Cuando, al final de la película, el hijo se da cuenta de que todos los personajes que le describió su padre estaban muy caricaturizados, pero eran reales y le habían servido para explicarle los grandes temas y experiencias de la vida. En mi caso era verdad que mi madre andaba por el pueblo con una escopeta, que mi perro era el monaguillo de la iglesia de San Lorenzo de Piñor y que no había manera de que las cenizas de mi abuela se hundieran en el mar y acabamos apedreando la caja… Todo esto que suena increíble es totalmente real».
ESPERAR A QUE LLUEVA
Y más que elegir los temas, apunta Colmenero, al sentarse a escribir uno tiene la sensación de que son los temas los que lo eligen a él: «El otro día escuchaba a Isabel Allende decir que, ahora de mayor, tiene la sensación de que puede escribir de cualquier cosa. Yo no. Creo que, cuando te pones ante el teclado, es como la lluvia. Te sientas ahí y tecleas, esperando que llueva, pero es algo que no controlas tú. Es tu inconsciente el que te lo envía, siempre con el temor de que deje de llover en algún momento, que no caiga ni una gota más».
Queda, además, territorio por explorar: «Hay temas que desconozco, que no he tratado porque no los he superado. Mi yo inconsciente no se los envía al que está ahí tecleando. Es algo que escapa a mi control salvo cuando mi yo consciente le dice al otro que son las nueve y que tiene que entregar y que más vale que se le ocurra algo pronto. Otra gran inspiración han sido los ERE. Que las balas pasan silbando, que caen tipos mejores que tú y que puede que sea la última columna que escribes. Eso es bastante inspirador».
Para Colmenero, mirar al pasado no supone ninguna tentación de enmendarlo, aunque sea sólo sobre el papel: «El pasado es un recuerdo y como tal, después de veinte años, está distorsionado. Lo que hago muchas veces es tomar una parte por un todo, no transmito una idea global sino una situación que funciona porque todo el mundo puede identificarse con ella. Aun siendo una novela autobiográfica en la que me convierto en caricatura y me pongo en ridículo, en realidad Ricardo F. Colmenero desaparece a la tercera línea y se convierte en el lector. Si el lector no se identifica a la tercera línea, esto no funcionaría. A mí no me sucede nada interesante, me pasa lo que le pasa a todo el mundo».
De todas las columnas, la que más reacciones provocó entre los lectores fue Lapidando a la abuela, la historia de la caja llena con sus cenizas que se negaba a abrirse en el mar y que acabó rota a pedradas. «De hecho el libro se iba a llamar así, Lapidando a la abuela. Lo defendí hasta el último momento, pero la editorial no quería porque podía ser controvertido. Esa columna me cambió la vida porque empecé a ser leído por mucha gente conocida, gané mas seguidores y eso te genera una presión añadida a los plazos y a los ERE, que es la de agradar. Seguir agradando a ese público que te has fabricado e intentar mantener el nivel. Todo lo que pasó con el intento de tirar al mar las cenizas de mi abuela, que fue una persona muy importante para mí, es la mayor demostración de que hay cierta mediación en la otra vida. Y ese momento muy traumático, con el paso de los años, se convirtió en una columna muy divertida y me ha dado todo esto. Por ella estamos hablando del libro», concluye.