Extracto del medio de comunicación
Juan Cruz: “Soy un bienqueda”
Juan Cruz (Tenerife, 1948) ha publicado ‘Toda la vida preguntando’, un libro con una selección de entrevistas a prohombres de la literatura, en la editorial Círculo de Tiza
Se despide con una mano pidiendo taxi y con la otra ocupada en una llamada a la redacción para encargar un mandado. Hace equilibrios para que ese bolso de piel no se le escurra por el hombro. ¿Eso que sale por ahí es un micrófono? Correcto, lo utiliza para sus piezas de la radio, que graba donde puede. Hoy, adjunto al director del periódico El País, corre después de hacer un par de entrevistas. Hoy Juan Cruz (Tenerife, 1948) debería responder, porque ha publicado Toda la vida preguntando, un libro con una selección de entrevistas a prohombres de la literatura, en la editorial Círculo de Tiza. Como periodista es multigénero, pero sobre la entrevista dice que es «consecuencia de un ritmo». Veamos la de ésta.
P. 67 años.
R. 66.
P. A punto de 67. Dos años menos que mi padre
R. Qué hacía tu padre.
P. Maestro. 67 años, ¿qué ha pasado desde la primera entrevista, con Julio Caro Baroja, a los 17 años?
R. Ha pasado sólo las canas y los años. Sigo teniendo la misma obsesión por preguntar. Mi madre me compró ropa nueva y esa actitud de respeto al otro, al que yo voy a entrevistar, que es por lo que mi madre me compró esa ropa sigue igual.
P. En el prólogo del libro que acaba de publicar, precisamente, escribe Vargas Llosa que usted tiene la cualidad de “hacer sentir cómodas a las personas que entrevista”, como si fuera “un diálogo con un amigo”, ¿esto es un defecto o una virtud del periodista?
R. Eso es una percepción de Vargas Llosa. Algunos amigos hay aquí, Benedetti, Carlos Fuentes, Delibes, García Márquez, Sampedro, Vallejo, Muñoz Molina, Lledó… Pero lo que yo intento hacer es un paréntesis. La entrevista es un acuerdo, mientras dura la entrevista, ese espacio es sagrado. Y ahí no somos amigos. Son un personaje y un lector. El periodista cuando entrevista es, primero, persona, después entrevistador y, luego, lector. Pero primero persona, porque yo no puedo traicionar a la persona que me ha dicho estas palabras. Al hacerla tienes que ser entrevistador y hacer las preguntas que vienen de tu curiosidad.
Viví en un entorno muy violento, de mucho ruido. Por eso siempre he sido un bienqueda, porque no quería ese ruido en mi vida. Es raro que yo sea duro como periodista
P. ¿Y ahí hay mordiente?
R. Yo no soy una persona de mordiente. Ni mis entrevistas son agresivas, ni yo soy agresivo, soy más bien un componedor. Me gusta que la gente se lleve bien, busco la armonía. Si me enfado con alguien le pido perdón al tercer minuto. Busco cualquier pretexto para mandar flores. La esencia de mi aproximación a las personas que entrevisto es buscar su alma desde el principio.
P. Pero, ¿el alma qué es? Y, sobre todo, ¿el alma de un personaje de un periodista cultural es diferente al del personaje del periodista político? ¿Es lo mismo entrevistar al alma de Bárcenas que al alma de Sampedro?
R. En mis entrevistas, sí. Yo no hago entrevistas políticas, aunque he hecho entrevistas a políticos. Por ejemplo, en la de Monedero del otro día empezaba hablando de resentimiento, que es uno de los elementos que a mí más me preocupan. Yo no tengo resentimiento y no pregunto desde el resentimiento.
P. Solemos preguntar a los escritores si son criaturas de su contexto social, ¿crees que, como periodista que siempre busca el consenso y la armonía, eres un periodista consecuencia de tu contexto político?
R. No. Yo lo que pienso es que mi familia lo pasaba muy mal por tensiones económicas. Eso se traducía en enfados que yo percibía. Mi padre a veces me mandaba a mí a cobrar lo que le debían. Yo viví en un entorno muy violento, de mucho ruido. Por eso siempre he sido un bienqueda, porque no quería ese ruido en mi vida. Es raro que yo sea duro como periodista.
P. ¿Cuáles son tus virtudes como periodista?
R. La perseverancia, el trabajo, tomarme en serio el oficio.
P. ¿Y los defectos?
R. Lo mismo pero convertido en pesado. Siempre creo que yo lo haría antes. Me decía un periodista muy bueno de El País, que era director adjunto cuando yo jefe de sección y encargaba una cosa y la hacía al mismo tiempo: “Encarga el artículo y luego te metes las manos en los huevos”. Me enseñó otra cosa: “En caso de duda haz periodismo”.
P. ¿Ser un bienqueda es un defecto?
R. Creo que sí. Por eso convierto las entrevistas en paréntesis: yo no hago entrevistas a las personas con las que tengo relación como si fuera un amigo. Procuro hacer una maniobra de rigor.
P. ¿Le preguntaría a Cebrián por el precio del billete de metro?
R. Pues la verdad es que no, no me interesa nada. Él me contestaría: “¿Y cuánto cuesta?”. Y yo no podría contestarle, porque no lo sé.
P. ¿Y a Vargas Llosa, después de este prólogo, sería capaz de hacerle alguna pregunta incómoda?
R. Sí, claro que sí. Pero no se la haría incómodamente, porque la manera de preguntar es más importante que la pregunta misma. Si yo te pregunto lo mismo con respecto a alguien a la que tú le tienes mucho afecto, tú tendrás un problema. Nosotros debemos preguntarle a todo el mundo, si tú eliges la agresividad pierdes. Te da más rédito que interrumpir la entrevista, la interrupción te da muy bien para…
Nunca haría una pregunta incómodamente, porque la manera de preguntar es más importante que la pregunta misma
P. La televisión
R. La tele. ¿Y? Hay que mantener el pulso. Le hice una entrevista muy incómoda a Francis Fukuyama. La incomodidad no venía de lo que decía, ni de lo que yo le preguntaba, sino de sus ojos. Tú, por ejemplo, miras bien. Pero Fukuyama no miraba y eso es incomodísimo.
P. Y éste, ¿es un libro de buenas entrevistas o buenos personajes?
R. De buenos personajes. Una buena entrevista es la de Susan Sontag, fue una mujer muy difícil. María Zambrano era un buen personaje y una buena entrevista. Sampedro también. Y la que más la de J. K. Rowling, porque ahí se explica por qué fue bien la entrevista. Gracias al queso de cabrales. Si tú llevas un buen queso a alguien, conseguirás una buena entrevista por muy difícil que sea la persona.
P. Vargas Llosa se quejaba en ‘La civilización del espectáculo’ (Alfaguara) de vulgarización de la cultura. ¿Está de acuerdo, habría dedicado la apertura de la sección de cultura de su periódico al diseñador de moda John Galliano, borracho en una discoteca, lanzando insultos antisemitas?
R. No sé. No recuerdo.
P. ¿No cree que la crítica que tiene Vargas Llosa sobre la cultura tiene más que ver con la cultura que encuentra en el periódico que lee?
R. Yo estoy muy de acuerdo con ese libro de Vargas Llosa y con el de Nicholas Carr, ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? (Taurus). Los periodistas estamos sucumbiendo a la tentación de la multitud. Esto es un signo de nuestro tiempo.
P. Cuando dice nosotros, ¿se refiere a todos los periodistas?
R. Sí a todos, incluyéndome a mí. Incluidas las personas que se creen libres de eso. Nos está preocupando mucho la rapidez. Y digo nos porque a mí también. Los tuits, las bromas, los espectáculos, estamos en mitad de un circo y creemos que somos los espectadores cuando somos los animales.
P. ¿Y esto antes no sucedía?
R. No, porque no había la tentación. Hoy tenemos que hacer el periodismo de hoy teniendo en cuenta de que somos responsables del periodismo del futuro y que no podemos sucumbir a la nueva dinámica sin aplicar medidas correctoras basadas en las virtudes tradicionales del oficio: verificación, credibilidad, cierta lentitud.
P. Hablemos de credibilidad, porque la tradición tampoco ha sido afortunada en ella. ¿Cuáles son los conflictos de intereses de un periodista?
R. Los de cualquier persona. La honestidad está en conocernos.
P. ¿Conocernos?
R. Sí, conocer tus conflictos de intereses.
Yo era editor de Alfaguara y al mismo tiempo escribía en El País. Me siento muy orgulloso de decir que nunca llamé al periódico para pedir espacioP. ¿Usted ha tenido conflicto de intereses en su vida laboral de más de 50 años?
R. Supongo que sí. Por ejemplo, yo era editor de Alfaguara y al mismo tiempo escribía en El País. Me siento muy orgulloso de decir que nunca llamé al periódico para pedir espacio. Llamaba mi gente de prensa. Sí les daba noticias, como el viaje de un autor. Herralde llamaba más al periódico que yo. Herralde es amigo mío ahora.
P. ¿Ahora?
R. Sí, porque antes competíamos siempre, pero el otro día le presenté en el Círculo de Bellas Artes por su medalla. Pero él llamaba más y salía más su editorial en el periódico. Yo escribía una columna, no podía escribir sobre mis autores. Pero puedes caer en la tentación amistosa, no son sólo intereses comerciales. A veces tratamos mejor a nuestros amigos o amigas, que a los que no lo son. Pero es más fácil ver la paja en el ojo ajeno.
P. Debía ser una situación complicada para usted.
R. No, porque hay como un libro de estilo mental. Hay cosas que tú sabes que no puedes hacer.
P. Hombre, siendo la misma empresa resulta difícil de creer.
R. Pues mira, eso es un malentendido que ahora ya no se dice. Porque a nosotros, como Alfaguara, El País hizo las críticas como le dio la gana y trató los libros como le dio la gana. Lo único que El País hacía grande era el Premio Alfaguara, lo único. El resto era bastante distante con nosotros, porque había una especie de prurito profesional que impedía que el periódico se pusiera en manos de Alfagaura.
P. Es curioso lo que dices porque en la primera junta de accionistas después de la venta de Santillana literaria a Penguin Random House, Cebrián dijo que El País garantizaba a los autores de las editoriales vendidas “la mejor cobertura mediática posible”.
R. No recuerdo. Lo que no ha habido nunca en El País es una beligerancia. Hemos dado el Premio Azorín, el Premio Primavera, el Planeta, el Seix Barral, hemos dado de todo. Lo que supongo que dijo Cebrián es que el trato seguiría siendo deferente. A mí no me ha venido nadie a decirme: “Tienes que hacer una entrevista a este autor”.
P. ¿Es el periodismo un servicio público?
R. Sí, como lo son los trenes, un servicio público y un negocio. O la medicina.
P. ¿De qué manera servimos al público?
R. Estamos criados en la cultura de la información: sabemos algo y lo contamos. Hay una industria paralela que de eso hace un negocio. Esta mañana me enteré de que habían dado el Premio Princesa de Asturias a Lledó llamé al periódico y escribí. ¿Sabes cómo me enteré? Porque yo estoy en ese jurado y me levanto muy temprano y dijeron en la radio los finalistas. Yo sé que cuando se dicen los dos finalistas uno de los dos ha ganado ya. Mandé un mensaje a alguien bien informado y pregunté: “¿Será Lledó?”. Y la persona que respondió me dijo: “Luego te digo”. Si hubiera sido no, me habría dicho no. Todo eso yo lo hago como cuando chiquillo. Sinceramente, no siento haber alcanzado nada. Sigo teniendo la misma inseguridad, las mismas depresiones antes y después de hacer una cosa. Ahora bien, mientras la hago es la hostia.
P. ¿Por eso te cuesta decir adiós?
R. Yo había dicho adiós. Pero me pidió el director que volviera. Yo soy un repescado. Lo que pasa es que yo no he cumplido años. A lo largo del día cumplo años un montón de veces: ahora mismo me ves y tengo unos 35, pero cuando me levanté esta mañana, 82.
P. Ignacio Echevarría dice que los críticos tienen una edad natural de 35 años, a partir de esa edad traban demasiadas amistades en el sector editorial. ¿A los 66 cómo te sientes?
R. ¿Qué edad tienes tú?
P. 39.
R. Pues hay personas que a los 39 tiene los mismos peligros que yo a los 66. Un amigo mío dice que yo no tengo amigos, tengo contactos. Esto es verdad. Se convierten en amigos cuando es imprescindible. No uso a los amigos. Soy incapaz de pedir a un amigo algo si no es adecuado para el periódico. En el sector éste tendré como 7 amigos. Lledó, Marsé, Landero, Llamazares, Serrat. Pero yo no uso a las personas. ¿Tú qué edad crees que tengo hoy?
P. Yo le he visto siempre con 35.
R. La edad del crítico.
P. No, la edad crítica.
Hay una presión enorme por llegar a las multitudes. Esto ocurre desde que internet empezó a dictarnos los que teníamos que hacer y cómo teníamos que hacerlo.
P. ¿Qué echa en falta de las secciones de cultura de hoy respecto a las que te educaste?
R. Las de hoy son mejores. La escritura es más libre y están mejor diseñadas.
P. ¿Y eso no se contradice con lo que dijo antes?
R. No es otra cosa. El asunto es otra cosa.
P. O sea, que en lo formal somos mejores y en el contenido…
R. No me gusta ser injustos con los periodistas. Tendemos a descalificarnos. Hay muy buenos periodistas y estamos en un momento muy complicado: hay una presión enorme por llegar a las multitudes y eso nos produce heridas de las que debemos cuidarnos.
P. ¿Desde cuándo pasa eso?
R. Desde que internet empezó a dictarnos los que teníamos que hacer y cómo teníamos que hacerlo. Estamos en una vorágine a la que hay que ponerle freno intelectual. La lectura de libros puede salvarnos a nosotros los periodistas. El libro nos confiere una lentitud en el análisis y respeto por la palabra escrita que ahora estamos dejando de lado.
P. Entiendo que cree que hemos traicionado a nuestros lectores.
R. No, pero corremos ese riesgo.
P. ¿Una portada de Belén Esteban en El País Semanal es una traición al lector tradicional del periódico?
R. Depende de cómo lo hagas. Si es interesante y está bien hecho. A los personajes hay que contarlos. No es mejor un periódico porque no cuente personajes populares. Truman Capote hizo mucha Belén Esteban y ahora nos gusta Truman Capote.
Ahora, las redes sociales nos impulsan a decir demasiado pronto. Están desbaratando nuestra relación con la realidad
P. Entonces, ¿por qué puede sentirse traicionado el lector en estos momentos?
R. Si no lo hacemos bien.
P. ¿Qué es hacerlo bien?
R. Hacerlo bien es utilizar los mecanismos que han sido siempre la salvaguarda del oficio, para hacer el oficio en estas circunstancias.
P. ¿Cree que eso no se hace?
R. Ahora, las redes sociales nos impulsan a decir demasiado pronto. Están desbaratando nuestra relación con la realidad.
P. ¿No es un acercamiento a la realidad?
R. Depende de cómo lo hagas. Creo que hay mucha burla, mucho insulto, mucho lugar común. Eso estaba antes en las barras de los bares, ahora está ahí, en 140 caracteres.
P. ¿No es un problema del medio y de la relación que tenga con las redes sociales?
R. Si nos obsesionamos por estar mejor vistos podemos perder la ética del oficio.