Extracto del medio de comunicación
Javi Gómez: «Los medios españoles son visceralmente emocionales»
Aunque se trate de un mantra global, los medios de comunicación españoles han sido «visceralmente emocionales» a la hora de retratar la situación en Cataluña, lo que «no le ha hecho ningún bien a la información, ni ningún bien a España», según el presentador de Telemadrid, Javi Gómez.
Con motivo de la publicación de su libro, «La Gran Desilusión» (Círculo de Tiza), Javi Gómez, quien se define como un «optimista irredento del periodismo», ha hecho balance a Efe sobre la situación de la prensa en España, en donde existe «un clima de autocensura» por el impacto que tendrán los artículos en las redes sociales.
Javi Goméz (Madrid, 1978) ha trabajado en periódicos, agencias y radio antes de convertirse en presentador de Telemadrid en junio del año pasado.
Pregunta: ¿Existe una relación causa-efecto entre ese pesimismo endémico que apuntas y la manifestación feminista del 8 de marzo?
Respuesta: El 8-M evidentemente es un síntoma de cómo un mundo que avanza tan deprisa, ha podido ir tan despacio en algo tan importante como la igualdad de sexos que, por cierto, también vamos avanzando. Yo soy un gran fan de los grises. No estamos como estábamos hace 20 años, ni como hace 40, pero podemos estar mejor.
P: Más de 7.000 mujeres periodistas firmaron un manifiesto en el que reclamaban acabar con la brecha salarial y ocupar puestos de responsabilidad en los medios. ¿Es machista el mundo del periodismo?
R: Yo he visto machismo en el mundo del periodismo. He visto machismo en hombres que mandaban y en mujeres que mandaban. No digo machismo reversible, contra los hombres, no. Machismo. Mujeres, en el poder, que se rodeaban de mujeres y que laminaban a mujeres.
Sí es un mundo machista. También es cierto que se están dando pasos últimamente brutales en ese sentido. Probablemente más en la base que en los consejos de administración, aunque no sólo ahí, también en las pantallas de televisión.
P: En el libro apuntas un dato interesante sobre el periodismo, y es que se trata de una profesión aceptada por apenas un 43 % de la población. ¿Qué es lo que falla?
R: Hemos pasado por un momento donde nos hemos perdido en el bosque todos un poco. Llevamos 18 años de siglo que son feos, difíciles, con atentados, con crisis… Y la tecnología, que era la parte del futuro y bonita, nos llega con resaca.
En ese bosque, sin luz, complejo, tupido, ¿qué esperaba la gente de nosotros? Pues que encendiéramos un mechero. La gente se ha dado cuenta de que nosotros estábamos tan perdidos como el sistema. De que muchas veces los intereses de la gente no eran los que se reflejaban en los medios.
Yo soy un optimista irredento del periodismo. Lo que no hemos encontrado no es qué modelo de periodismo ofrecerle a la gente, sino qué modelo económico se sustenta detrás de ese periodismo.
Hay elementos para agarrarnos al optimismo. Lo que la gente ha desconfiado es de los prescriptores de mundos. A la gente ya no le gusta tanto que le digan lo que es bueno y lo que es malo.
P: También mencionas la sustitución de la razón por la emoción. ¿Crees que algunos medios han pecado de emocionales al tratar la situación en Cataluña?
R: Los medios españoles son visceralmente emocionales. Es un fenómeno que está ocurriendo en todos los sitios. En el tema del 1 de octubre y de la crisis catalana, los medios españoles no sólo han sido emocionales, sino visceralmente emocionales.
Creo que eso no le ha hecho ningún bien a la información, ni ningún bien a este país. Muchos tenían las respuestas antes de hacerse las preguntas. El periodismo español está desbordado de certezas, desbordado, hasta el punto de que muchas veces no es periodismo, es opinión.
P: Un aspecto al que dedicas varias páginas es a la vuelta de un cierto puritanismo semántico. ¿El periodismo es también víctima de él?
R: Los medios menos. Creo que esto es una pelea más entre izquierda y derecha. La derecha ha sido más moralista siempre. La cuestión es que la izquierda, que desde el 68 luchó por acabar con las morales impuestas, de repente se ha pasado al campo del moralismo.
Una de las grandes batallas que tenemos que librar los periodistas es exactamente esa, y no es por nosotros. Es por lo que están ahí fuera, para que lean lo que quieran, para que vean lo que quieran y para que nuestro mundo no sea cada vez más pequeño. Y para no ver al pasado con las gafas del presente, ni quitemos estatuas en Asturias de Woody Allen.
P: Rara vez es la semana que no hay una polémica por la publicación de un artículo en un medio. ¿Esto hace que un periodista se lo piense dos veces antes de hacer una columna?
R: Hay un fenómeno de autocensura, sin duda, y del qué van a pensar en las redes, y de postureo en las redes, y de artículos que los escribes porque sabes que van a gustar en las redes. Creo que hay un periodismo tremendamente cohibido en la última época.
Luego existen muchos medios de comunicación, casi todos, donde te miran lo que escribes en las redes, y te preguntan por ello. A mí me ha pasado. Hay un clima de autocensura derivado del impacto en las redes sociales de los artículos, nocivo para el periodismo y contra el que tenemos que combatir. Exige muchas broncas con los jefes.
P: En EEUU, algunos periódicos, como el New York Times o el Washington Post, han defendido activamente el derecho a la libertad de expresión tras la llegada de Trump. ¿Existe ese mismo compromiso en España?
R: Allí convirtieron un contexto propicio en oportunidad de mercado, que es todo lo que no han sabido hacer los medios en los últimos 15 años.
Que nosotros pasamos por un momento de redefinición del modelo está más que claro, pero hay programas que sí están ejerciendo un compromiso importantísimo con la verdad en este país, como por ejemplo Salvados con el metro de Valencia.
Creo además que los medios públicos tenemos un deber especial y una oportunidad de negocio, si me apuras. Cuando digo negocio me refiero a ser más rentables para nuestras administraciones y nuestros usuarios, que son los ciudadanos españoles.
P: En este sentido, ¿cuál es el papel que ha de jugar el periodismo en esa lucha contra la «Gran Desilusión»?
R: Yo siempre he dicho que el periodismo no está para salvar vidas. Hay un periodismo muy militante, muy concienciado… Otra cosa es que las salve tu periodismo, pero no tú. Yo tengo que contar lo que pasa, no soy una ONG, yo cuento historias.
El periodismo sirve para enterrar esa tentación de la nostalgia, debe servir siempre para mirar adelante. Tenemos que ser eso, el antídoto contra la nostalgia, contra esas ganas de mirar hacia el pasado, y ayudar a la gente a ver las cosas buenas del futuro.