Extracto del medio de comunicación
Querido editor, ¡tengo la novela que no puedes dejar de publicar!
Fay Weldon publica ‘¿Por qué nadie publica mi novela?’, un libro repleto de ironía y consejos para potenciales escritores. Redactado a modo de manual, la autora presenta una simpática guía para recordar cómo llegar a un agente y publicar. En sus páginas, la prolífica y premiada escritora británica habla hasta de “declaraciones cósmicas», lo que ella considera el secreto de cualquier novela.
“El 80% de los manuscritos que se envían a las editoriales son rechazados… Mira, aprende, reescribe. Corrige. Vuelve a corregir. No envíes nada sin creerlo perfecto, sin poder defenderlo palabra por palabra”, apunta Fay Weldon en las primeras líneas de ¿Por qué nadie publica mi novela? El libro, editado en España por Círculo de Tiza, ofrece un sinfín de trucos para entender los rechazos y, ojalá, superarlos para acabar publicando. Pero estas casi más de 200 páginas son también un manual para escribir bien, no solo novelas. Sus muchísimos consejos valen para cualquier periodista, empresaria, científico o respetable ciudadana que no quiera aburrir al respetable público.
Véanse algunas muy sabias recomendaciones: Cuidado con escamotear información al lector; con pensar que se cobra por palabras (la concisión es siempre un valor); ojo a los diálogos eternos y gratuitos (“ten cuidado con cualquier escena que empiece con un hola y termine con un adiós”); dale a los personajes una acción (preparar la bolsa del gimnasio, bañar al perro, quemar las tostadas…) y enseña qué sienten. En cuanto a la forma, es importante, señala, ser directo (el lenguaje acartonado y decimonónico dejó de funcionar hace tiempo); es necesario centrarse en lo esencial: (“si una frase no da la talla, bórrala”) y ser sencillos…, porque “la simplicidad en el lenguaje no solo es valiosa, es sagrada”, recuerda Weldon.
¿Tienes ya tu declaración cósmica?
Una de las claves, según la escritora de más de 25 libros, es tener meridianamente claro lo que ella llama la “declaración cósmica” del libro que se pretende publicar. Es decir, si quieres llegar con éxito a los oídos de tu editor, resume tu novela en una oración. Según la autora, esa máxima es algo tan sencillo como saber de qué hablamos. Si el escribiente tiene la suya, por ejemplo, “que el amor verdadero siempre triunfa”, esa verdad le llevará por el buen camino mientras “el enamorado venza un obstáculo tras otro en su viaje hacia el orgasmo. Tendrá el “QED, el quod erat [locución latina que significa ´lo que se quería demostrar´] demostrado de los laboratorios científicos”, aclara la autora. Porque para ella, escribir una novela debe plantearse como un experimento quirúrgico que lleve ineludiblemente a esa declaración cósmica. No hacerlo sería hacer perder el tiempo del editor y del lector. Por lo tanto, es imprescindible contar con una hipótesis, unos ingredientes -como un ordenador, un cerebro y un acceso al subconsciente- y un método. El objetivo: llegar a un resultado con una conclusión, aquello que debía probarse, el QED.
Para demostrarlo, Weldon se agarra a formidables escritores que además dejan las cartas claras desde el principio, es decir, que exponen su declaración cósmica en la primera frase de sus novelas. De Jane Austen toma su arranque de Orgullo y prejuicio: “Es una verdad universalmente aceptada que todo soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa”. De Dickens, su “Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos” de Historia de dos ciudades. “El pasado es un país extranjero: allí las cosas se hacen de manera distinta”, es parte del libro Go-Between, de L.P.Hartley.
No te des tanta lástima
Y para ese abundante 80% de los abortos de libro que nunca se imprimen porque no gustan, no llegan, resultan antiguos, fuera de contexto, están mal escritos, no aportan nada o no están bien “vendidos” al editor (primer comprador), la escritora pide repasar, revisar y dejarse de llantos. Entre otras cosas, arguye, por motivos de belleza. El “pobre de mí” solo lleva, según la experta, a que salgan más arrugas en la frente y extrañas torceduras de la boca hacia abajo. Para esos casos, la autora pide al escritor que analice los motivos del no: quizás la novela era aburrida, no decía nada, carecía de estructura, no tenía gancho, no estaba bien resumida (ante el agente)… Y cada posibilidad cuenta con consejos para mejorar.
El mundo del libro, por muy literario que nos parezca (valga la licencia), es también un mercado. Por lo tanto, aconseja Weldon, ve al grano y apúntale al agente (en esa fiesta en la que por fin te codeas con él) a qué mercado va dirigida. A la agencia no le interesará tanto la calidad (que la autora define con ironía como un “accesorio opcional”), sino qué atractivo presenta tu manuscrito en un sector particular. Este sería un diálogo interesante si vas a hablar con tu editor, chivatea la veterana: “Estoy escribiendo una novela de suspense psicológico ambientada en un huerto que atraerá al 65% de los lectores a los que les gusta la jardinería”. O: “Estoy escribiendo una novela sobre la imagen corporal. Trata de una chica delgada que no puede olvidar que antes era una gorda. Cualquier persona que haya hecho dieta alguna vez querrá leerla”.
Y dicho esto, toca escribir (pero bien). FIN