Extracto del medio de comunicación
Todas las muertas de Loreto Sánchez Seoane
Siempre hay reticencias a desenterrar muertos y ponerlos en su sitio. Especialmente para aquellos que piensan que la historia es inamovible. Pero la historiografía está muy viva, sobre todo desde que se aborda con la mirada de género. Entonces los muertos, que son principalmente muertas, reaparecen del pasado para reubicarse, a empujones si es necesario, en nuestro acervo cultural.
Empujones, eso es lo que ha estado dando Loreto Sánchez Seoane con sus muertas. Fastamagóricas presencias de mujeres del pasado que se han metido en la oferta informativa de El Independiente para fijar su nuevo lugar en nuestra memoria, apuntaladas con sentencias como clavos que definen el estilo de la periodista.
Se trata de una “serie de perfiles de mujeres, pintoras, escritoras, con las que me voy encontrando y que me doy cuenta de lo poco que sé de ellas y lo importante que fueron tanto su vida como sus obras”, explica nuestra compañera de El Independiente. Estos perfiles se han recopilado y ampliado en Te quiero viva, burra (Círculo de tiza), un volumen en el que Sánchez Seoane da un paso más y comienza a buscar más nombres: “y en la mayoría de los casos cada mujer me llevaba a otra. Hay algunas que son ya muy conocidas, como puede ser Pizarnik o Plath, y otras que han pasado desapercibidas en su totalidad. Es decir, las conocemos a grandes rasgos y a veces de forma equivocada como pueden ser Mahony, Otero o Eberharth”, asegura.
El libro reparte sus protagonistas, en tres bloques Invisibles, Delirantes y Vigas, todas cuidadosamente ilustradas por Andrea Sacchi y Blanca García-Mendoza. “La mayoría de estas mujeres podrían entrar en dos o, incluso, en las tres clasificaciones, pero he escogido lo que más me llama la atención de porqué quedaron relegadas a un segundo plano. Invisibles es lo más literal, las perdimos de vista, desaparecieron pese a que muchas tuvieron una fuerte repercusión en su época”. En este bloque encontramos mujeres como Linda Lovelace, Lee Miller o Hedy Lamarr.
Te quiero viva, burra “es una frase que Julio Cortázar le escribe a Alejandra Pizarnik cuando ella le dice que ya no puede más, que quiere acabar con todo. Es una súplica, de alguien que sabe de su valía, su talento, de alguien que la quiere y admira, para que no acabe con su vida. La tomó prestada porque este libro surge de ahí, de la necesidad de dar vida a todas aquellas que dejamos por el camino, que mal entendimos, que tratamos sólo de locas y que juzgamos desde una mirada cruel y muchas veces machista. Me parece que representa muy bien el porqué del libro”, explica la periodistas.
“Delirantes engloba a todas aquellas que o tenían problemas mentales y eso las relegó o acabaron enloqueciendo. En la mayoría de los casos te das cuenta de que todas aquellas suicidas, locas, dementes, en realidad acabaron así porque no podían vivir como querían, porque fueron tratadas de una manera tan cruel, porque las marginaron o porque la sociedad no estaba preparada para ellas todavía”. Aquí se encuentran, entre otras, Camille Claudel, Sylvia Plath y Chavela Vargas.
En la parte de Las Vigas se recuperan las historias de Lee Krasner, Dora Mara o Rosalind Franklin, “son todas aquellas que pese a su talento y a su trabajo acabaron por ser el soporte de sus maridos. Hay muchos casos de mujeres brillantes que dieron un paso atrás porque pensaron, o las hicieron pensar, que lo mejor era apoyar al hombre que tenían al lado, que era mejor para todos”.
El desfile de mujeres del pasado cuyas figuras se recuperan por Sánchez Seoane y otras autoras es muy largo, tanto en el mundo de las letras y las artes como ciencias. ¿Estamos preparados los hombres de letras y del mundo académico y periodístico para la avalancha de mujeres?
Mostrar a todas aquellas que olvidamos o que simplemente ignoramos nos hace mejor a todos, nos abre la mente.
“Cualquier hombre, y mujer, razonable está preparado para esta revisión, sobre todo porque es necesaria y justa. Leo mucho en redes sociales que menuda ola y menudo boom, que la gente ya está harta de leer sobre mujeres, de que les impongan leer a mujeres. Me entra la risa. Nadie está recuperando sus nombres solo porque sean mujeres, los recuperan porque ellas lo merecen y a nosotros nos beneficia. Conocemos la historia en masculino, porque lo que estudiamos, lo que leemos, tiende a ser masculino. Mostrar a todas aquellas que olvidamos o que simplemente ignoramos nos hace mejor a todos, nos abre la mente, nos muestra otras realidades. Nadie está echando a los hombres, solo estamos incluyendo a las mujeres”, contesta la autora.
El libro de Sánchez Seoane no es para mujeres, no es sólo para mujeres. Lo que escriben y hacen las mujeres no es sólo para mujeres y así lo manifiesta la periodista: “Seguimos pensando que lo que hacen las mujeres en la cultura es siempre para un público femenino, no para un público general. Libros para mujeres, películas para mujeres, hasta cuadros para mujeres… ese es el error, no darle al arte con firma femenina, como dijo la poeta Luna Miguel, la categoría de universal”, concluye.