Extracto del medio de comunicación
«El aburrimiento también forma parte de la vida»
A Cuartango (Miranda de Ebro, 64 años) siempre es un placer leerle. Sus columnas no defraudan porque en ellas late la nostalgia, ese maravilloso cofre lleno de recuerdos en riesgo de extinción por culpa de las prisas por vivir. Pedro G. Cuartango, que dirigió ‘El Mundo’ y hoy es articulista en ‘ABC’, ha recopilado en ‘Elogio de la Quietud’ (Círculo de Tiza) sus mejores columnas, un saber enciclopédico de 135 piezas atravesado por el hilo de la melancolía. En ellas reflexiona sobre el tiempo perdido y habla, cómo no, de los recuerdos de su infancia en su Miranda de Ebro natal, de las estaciones de tren, del invierno, de los cafés que dejaron de serlo, pero también de París, donde estudió filosofía y fue alumno de los represaliados de Mayo del 68, de sus lecturas favoritas, de música, de cine…
–El libro está dedicado a David Gistau…
–Sí, tenía la esperanza de que algún día lo pudiera leer, pero desgraciadamente no ha sido así.
– Cuando murió, todos subrayaron su rabiosa independencia, ¿tanto se echa de menos la independencia en los periodistas?
– La independencia va en el ADN del periodista, pero el periodismo independiente en España está en retroceso. A las empresas no les salen los números y eso ha llevado a la prensa a una situación de dependencia del poder financiero y político. En España hoy existe menos libertad de prensa que en la Transición.
– ¿Es el columnismo la tabla de salvación del periodismo?
– No, no, lo esencial es la información y lo secundario es la opinión. Pero el periodismo tiene que buscar otra mirada sobre la realidad, una mirada más interpretativa. En una sociedad como la que vivimos donde cada vez es más difícil distinguir lo verdadero de lo falso, los periódicos siguen teniendo una función necesaria.
– ¿Le gusta el periodismo que se hace en España?
– Pues soy bastante crítico. Es menos independiente que hace 40 años y estamos sometidos a la dictadura del clic, al deseo de agradar al lector. Si lo tuviera que puntuar, diría que aprueba, pero nada más.
– Fue director de ‘El Mundo’ y sustituyó a David Jiménez que luego escribió un libro incendiario sobre los choques entre la redacción y los despachos…
–El libro rinde un servicio al periodismo cuando denuncia la connivencia de los medios con el poder económico, y cuenta cómo la publicidad que ponen las empresas del Ibex acaba por condicionar la independencia del periódico. Describe un panorama real. Es un buen libro, un libro honesto que merece la pena ser leído, aunque sí he sido crítico con algunas referencias personales que aparecen bajo seudónimos.
«Soy un animal de redacción. He estado cuarenta años en las redacciones de los periódicos»PEDRO G. CUARTANGO
– Se declara pesimista y nostálgico… pensaba que para dirigir periódicos hace falta otra actitud vital…
– Soy un animal de redacción. He estado 40 años en las redacciones. Cuando dirigí ‘El Mundo’ tenía muy claro cuál tenía que ser el rumbo del periódico y me tocó resistir a presiones. Siempre defendí mis principios con coherencia y eso me costó mi destitución.
–Decía Kapuscinski que para ser buen periodista hay que ser antes buena persona...
– Estoy totalmente de acuerdo. Una cosa es tener una cierta mala leche y tener personalidad para resistir a las presiones, pero eso no es lo esencial. Lo esencial es ser buena persona, ser honesto intelectualmente, buscar la verdad y proteger y ser solidario con tus compañeros, con la gente que está debajo de ti.
– Buena parte de las columnas de ‘Elogio de la quietud’ están tejidas con el hilo de la nostalgia y la melancolía, que son palabras que conducen a la tristeza pero a usted se le ve bastante feliz en ese terreno…
– Es una contradicción, pero es consustancial a los seres humanos. ¿Por qué mucha gente encuentra refugio en la nostalgia? Pues no lo sé, me lo he preguntado muchas veces, es algo muy contradictorio, pero lo cierto es que la patria del ser humano es la infancia. Eso explica por qué hay personas que somos tan nostálgicas. Yo lo soy ciertamente. Mis recuerdos infantiles en Miranda de Ebro, mi adolescencia en los Jesuitas de Burgos todavía resuenan en mi interior con mucho eco.
Saldar deudas
– En sus columnas habla de las asignaturas pendientes. A estas alturas de su vida, ¿le queda alguna?
–Siempre se tienen, aunque uno viva cien años siempre deja atrás cosas que no se han hecho bien, personas con las que no has sido justo o enemistades que no tenían ningún sentido. Sí, tengo deudas pendientes y eso me genera frustración.
–¿Y salda esas deudas escribiendo?
–Escribir es una forma de recuperar el tiempo perdido, es una forma de añoranza, de ejercicio de la nostalgia.
«La España rural preserva unos valores que han desaparecido de las grandes ciudades»PEDRO G. CUARTANGO
–¿Tiene la sensación de que despilfarramos el tiempo?
– El aburrimiento y la pérdida de tiempo también forman parte de la vida. No podemos estar todo el día pensando, produciendo… es muy bueno aburrirse y a lo mejor aburrirse es estar a la sombra de un pino en el campo o contemplando el atardecer… eso también forma parte del tiempo. Tenemos un concepto muy utilitarista del tiempo, de que siempre hay que hacer cosas…
–¿Qué ha aprendido con el paso del tiempo?
– Tengo 64 años, he dejado atrás una gran parte de mi vida. He tenido experiencias muy intensas y he aprendido muchas cosas. Conozco mejor la naturaleza del ser humano, me conozco mejor que cuando era joven. Al final, la vejez te aporta lucidez… ¡demasiado tarde porque hay cosas que no puedes rectificar ni volver a vivir!
– ¿Y se puede intentar transmitir esa lucidez a los más jóvenes?
– No, la experiencia es intransmisible. Yo no puedo decir a mis hijas lo que tienen que hacer, como mi padre tampoco a mí porque me daba igual lo que me dijera. Cada uno tiene que cometer sus propios errores.
Los valores de la España rural
– Cuando le leo es como estar mirando una hoguera, es un refugio, siento que me lleva al pueblo… ¡pero nos vamos a quedar sin pueblos!
– Siempre he escrito de eso incluso antes de que se pusiera de moda el tema. Nací en una pequeña ciudad de provincias, he tenido una infancia y una adolescencia en contacto con la naturaleza, había muchos días de verano que me cogía un bocadillo y me iba a andar por la montaña… la España rural preserva unos valores que han desaparecido de las grandes ciudades, una forma de vivir, una cultura que tenemos que preservar. Tengo mucha empatía con esa España vacía, con ese carácter del agricultor castellano, tan austero… son valores seculares que vienen de un pasado muy profundo y que hay que preservar. Destruir eso es un gravísimo error.
–¿Se está destruyendo?
–Sí. La gente se va del campo porque no tiene medios para sobrevivir. Si no creamos una economía sostenible en el medio rural acabará por quedar desierto.
–Hay una parte del libro dedicada a París… ha tenido el privilegio de haber podido dormir en la mítica librería junto al Sena de Shakaspeare and Company…
– Sí, en los años 70 cuando estudiaba Filosofía en París. En Shakaspeare and Company había cuatro o cinco camastros en la habitación de arriba. Su dueño ofrecía albergue a los estudiantes extranjeros a cambio de estar unas horas trabajando en la librería. Era un sitio muy acogedor, yo vivía en el barrio latino e iba con frecuencia a la librería.
– Hablando de librerías… también están desapareciendo…
– Sí, es dramático y están desapareciendo ante la indiferencia social. En Madrid han desaparecido más del 90% de las librerías en veinte años. Las librerías son una institución cultural y que se cierren, que ya no puedas entrar a hojear los libros, a hablar con el librero para que te recomiende un libro… eso es una pérdida cultural. Y eso va unido a que hoy las nuevas generaciones leen menos que las anteriores.
– ¿Hay esperanza en recuperar lectores?
– Sí, tengo la esperanza de que en un soporte u otro, no tiene que ser en papel, se pueda recuperar la lectura, aunque no sé si estamos ante un fenómeno irreversible…
–Denuncia también que se han arrinconado en los colegios asignaturas como la filosofía, el arte, las lenguas clásicas…
–Eso me produce una verdadera frustración. Me parece un despropósito que no se estudien ese tipo de disciplinas o que sean marginales. Hay una reforma educativa en marcha. A ver si aprovechan la ocasión, pero soy escéptico. Para ser un buen ingeniero hace falta saber filosofía e historia del arte. Le hará mucho mejor en su profesión. Y eso lo hemos olvidado. La gente dice ‘el latín no sirve para nada’. Craso error, el latín sirve para muchísimo, para aprender hablar en castellano, para conocer el origen de las palabras y estructurar el cerebro. Existe una absoluta y radical incomprensión de la sociedad española de la importancia del valor de las humanidades.
-Pero ningún ministro de un lado u otro en muchos años ha movido un dedo por las humanidades…
-No, porque lo más fácil es dejarse llevar y seguir la corriente. Hace falta tener mucha personalidad y mucho apoyo político para dar ese giro que necesita la educación.
-Creo que tiene pendiente escribir un libro sobre estaciones de tren…
-Me gustaría hacerlo. Mi abuelo era ferroviario, mi padre trabajó en la Renfe y yo nací en La Charca, que es el barrio de la estación de Miranda. Antes de saber andar ya estaba subido en los trenes…
-Y el Mirandés en las semifinales de la Copa del Rey…
-Soy un fanático del fútbol y llevo al Mirandés en mis genes.
-¿Tiene muchos libros?
-Sí y no sé dónde meterlos. Es un problema. Debo de tener diez mil ejemplares o así. En mi casa es un problema dónde poner los libros. Soy un ávido lector y comprador del libros. Tengo sobre mi mesa cuarenta libros, de los cuales 30 no los voy a leer.
–¿Qué leyó anoche?
–Estuve releyendo uno de los capítulos de las memorias de ultratumba de Chateaubriand, que es un libro que me fascina.
– ¿Dónde se imagina dentro de diez años?
–Sueño con retirarme a un pequeño pueblo de la provincia de Burgos rodeado de libros y leer. Es un sueño, pero las cosas no son fáciles. Basta que quieras una cosa para que no la tengas y el caso de David Gistau es dramático porque su única obsesión era ver crecer a sus hijos. Lo único que la vida le ha negado porque era inteligente, un profesional de éxito, tuvo buenos amigos y el amor de su mujer y sus hijos, disfrutó mucho de la vida y lo único que quería, la vida se lo ha negado.