Viendo la vida pasar
Celebremos esta luz humilde, generosa, que disuade de grandes conquistas, de ambiciones. Este dios luminoso que sobrevuela con suavidad la tarde y apacigua, reconcilia y serena. Estas esquirlas de luz que elevan, que te acercan a lo bueno, a lo bello. «El deseo de luz produce luz», escribió Simone Weil. Celebremos los libros que llegan a tiempo, que se leen a tiempo y te aclaran el camino. Celebremos lo que queda de verano, este viento agradable que seca la ropa en la azotea y que deja a su paso una ráfaga de felicidad, la alegría de poder seguir mirando todo este misterio de palabras, caricias, gestos, silencio, amor y dolor.
«El dolor debería vivir conmigo, pero no yo con el dolor. Y entonces diseñé una estrategia para ser más fuerte. Hice una agenda con mis amigos. Cada día venía alguien para tomar un vino (sí, sigo con el vino) y un aperitivo. Y hemos tenido buenas tertulias. Y he conseguido desviar la atención de mi dolor al universo de los demás», escribe Pilar Orlando en «Malte vive en mi jardín».
Brindemos por los justos. «El que agradece que en la tierra haya música. El que prefiere que los otros tengan razón», que dijo Borges. Brindemos por el que no se rinde y se rebela, por los que dicen no cuando hay que decir a la fuerza que sí, y se contentan con poco habitando en los márgenes, en las periferias. Brindemos por la familia que todavía se reúne a comer alrededor de una mesa y parte el pan con las manos, una familia que se muere de risa, y proyecta bondad, humanidad, esperanza. Brindemos por los extraviados, los paseantes sin rumbo, los que aceptan las cosas como vienen sin inmutarse. Los que con nadar desnudos en el mar tienen suficiente.
«Echarse al agua en alta mar con el sol alzado solo un par de brazas sobre el horizonte es la forma más ascética de limpiarse por dentro. En el pantalán esperaba la bicicleta y un café largo a la sombra de una terraza donde, viendo pasar la vida, nos volvimos a ensuciar hablando de política», dice Manuel Vicent en «Radical libre».
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