Extracto del medio de comunicación
Alberto Olmos: “Lo de No Más Mierda da para un thriller de cuidado”
Desde su columna Mala Fama en El Confidencial, y tras abrir en canal el mundillo editorial, Alberto Olmos (Fuentepelayo 1975) se ha convertido en algo así como el cascarrabias de la crítica literaria, el árbitro del postureo, el niño que anuncia que el rey va desnudo y desde la lucidez y la ironía pone del revés los tópicos de nuestro tiempo.
Círculo de Tiza recopila en Cuando el Vips era la mejor librería de Madrid una selección de artículos publicados en su columna Mala Vida. En septiembre, tras seis años de parón, vuelve a la novela con Irene y el Aire. Camino que empezó en 1998 y por la puerta grande, de finalista del Premio Herralde (ganó Bolaños) con A bordo del Naufragio. Estuvo tres años en Japón, dando clases de inglés y español, y adentrándose en el mundo de los blogs. Adorado por la crítica, que lo considera de entre los mejores de su generación (Arte Joven de Madrid por Trenes hacia Tokio, Ojo Crítico por El Estatus). Jose Antonio Municio, el paisano que más sabe de literatura de entre los que conozco, dice que en unas décadas habrá polideportivos y escuelas en Segovia con el nombre Alberto Olmos, y Juan Soto Ivars que “Por motivos de amor propio no es conveniente publicar columna en El Digital el mismo día que Olmos”
-Así que de Fuentepelayo… Pues perdone que le diga pero no da usted el perfil de palotear en la Octava o de organizar concursos de carrozas.
He practicado poco el pueblo y sus costumbres aunque palotear, no en la Octava, sí paloteé. En las clases preparatorias. Luego no salí a las calles. Llevo tanto tiempo en Madrid que mucha gente no se cree mis orígenes, o que sepa de lo que hablo cuando hablo de un pueblo castellano.
-¿Hay algún hilo conductor en sus libros? En la Wikipedia (se lo juro) hablan de “neoruralismo”, supongo que por Alabanza, pero no sé yo…
Es por Alabanza, sí. Coincidió que 4 o 5 autores escribieron libros ambientados en el campo y algún periodista vio la luz para apuntarse esa etiqueta, totalmente absurda. Siempre ha habido novelas de pueblo, con pueblo y sobre el pueblo. Si te digo la verdad, alguna vez lo he borrado de la Wikipedia pero lo vuelven a poner. El hilo conductor de mis libros es que no sé qué escritor quiero ser y cada vez hago un libro distinto al anterior.
-Precisamente, en Alabanza (Random House 2014), abordaba la oposición entre el urbanita y el pueblerino. ¿Cuándo se deja de ser de Fuentepelayo y se convierte uno en Madrileño?
Bueno, tienen que pasar varios años, vivir experiencias que sean fundamentales en tu vida. Yo creo que los que vamos a Madrid a estudiar, en cuanto pasan dos o tres años, ya nos volvemos madrileños, adictos a la gran ciudad y sus posibilidades. También te digo que llegados los 40 uno lo que más desea es irse de Madrid… ¡a vivir a un pueblo!
-Y ahora los pueblos se llenan los fines de semana de tíos en bicicleta. Un psiquiatra me dijo que han cambiado el ir a putas por montar en bici.
No creo que la prostitución y el deporte tengan exactamente el mismo tipo de público. En todo caso, el pueblo sigue vivo si puedes subir a una montaña o pasear por un camino bonito; si no, no va nadie.
-No le teme usted a los charcos. ¿Qué tal sus relaciones con la “paisana” Elvira Sastre? Usted la suele poner de ejemplo de postureo literario, la influencer que convierte en supuesta poesía bonitas frases decoradas con corazones en las redes sociales.
No, no, yo creo que a Elvira Sastre la he citado una sola vez y porque me preguntaron por la nueva poesía, que de poesía tiene bastante menos que de nueva. En cualquier caso, asuma que a mí me da completamente igual todo.
-Creo que usted lee y escribe. Cuida de su casa y de su hija en un barrio humilde de Madrid. Se fue de vacaciones a Lo Pagan (Murcia). Perdone la descortesía pero tiene usted muchos boletos para ser lo que en los pueblos se diría “sin oficio ni beneficio” y en Madrid “un honesto intelectual de los que ya no quedan”.
¡Vaya imagen tiene usted de mí! Hago lo que puedo para sobrevivir haciendo lo que puedo con las letras. Pero no me desagrada que me vea como un pobre y humilde ciudadano que no ha hecho nada deshonesto en toda su vida.
-Hoy no basta con ser un muy buen escritor para entrar en las mesas de novedades de la Casa del Libro. Se precisa un añadido mediático, ser famoso o tener una columna muy leída en El Confidencial, por ejemplo. ¿Los críticos están condenados a convertirse en aquello que criticaron?
Me sorprende cuando me dicen que soy famoso, o un columnista estrella. Como no miro mucho el patio no sé qué puesto ocupo en él. Y es mejor, si estás todo el rato pendiente de lo que se dice de ti dejas de saber lo que quieres decir tú.
-¿Qué me puede contar de su próxima novela Irene y el Aire (sale en septiembre)?
Pues se trata de un libro autobiográfico sobre la paternidad, un libro que me ha costado mucho escribir y que tengo ganas de ver publicado de una vez para dejarlo atrás. Tanto sufrir creo que le ha venido bien al texto, aunque uno siempre cree que lo último que ha escrito es lo mejor que ha escrito.
-A los periodistas de Segovia Fuentepelayo nos fascina. ¿No me diga que lo de la plataforma “No más mierda” no da para una buena novela?
Sí, sí. Es un thriller de cuidado, ese. Realmente pensé que podía escribir una novela con ello, pero no soy mucho de documentarme para los libros, de ir y preguntar a la gente, aparte de los problemas que luego podría uno tener por escribir sobre hechos reales. Pero la idea está ahí.
-Ahora que es usted famoso, ¿si le invitamos a dar el pregón de las fiestas de Segovia, aceptaría
No me veo dando pregones. No me gusta hablar en público. No creo que nadie me ofrezca este curioso honor. Como ve, me gusta la palabra no.