Agujetas

30 noviembre 2024

No sabía los años que tenía. «Si es que al parirme no me inscribieron en ningún sitio. Asín que no tengo papeles y los viejos que lo recordaban ya se han muerto. Por eso no sé que años tengo. Quizá 63 ó 64», decía el cantaor Manuel Agujetas, uno de esos flamencos singulares que tenía un código de vida que hoy ya no se ve por ninguna parte. Lo de Agujetas le venía del padre, que había sido guardaagujas en la Renfe. Dio dos veces la vuelta al mundo «menos Australia», le comenta a Jesús Quintero en una de esas entrevistas por las que merecía la pena antaño encenderse la tele.

«Es un gitano legítimo que acumulaba en la garganta la mejor tradición cantaora de Jerez. Pasó la infancia en una fragua, aprendiendo el solfeo del oficio al compás del martillazo en el yunque. En 1970 puso la punta del pitillo en dirección a Madrid para buscarse la vida en los tablaos. Aquí grabó su primer disco, «Viejo cante jondo», se calzó el primer diente de oro y dejó sus mejores horas en madrugadas febriles en el estudio del pintor Bonifacio, por los altos de Lavapiés», escribe Antonio Lucas en «Vidas de santos», uno de nuestros últimos libros publicados.

Creía que la verdad del cante puro era simplemente saber cantar. Para él no había inspiración que valga. «Es mentira que haya duende alguno. El duende es el coco con los que las madres asustan a los niños». No sabía leer ni escribir. «Es que son cosas que no valen pa`ná. El que sabe leer y escribir, en flamenco, pierde la pronunciación», explicaba. Habitaba una casa en medio del campo que había construido él mismo, utilizando una chapa de Cinzano atada a un cordel de esparto. «¿Y los cimientos, Agujetas? » «¡Qué cimientos ni qué cimientos! Las casas tienen que crecer a lo alto, no pa`bajo». Ya no queda gente así, gente tan natural, tan de verdad: «Yo hago subir la ‘nedralina’ porque soy único».

«¿Qué ha sido lo mejor de su vida?»

«Vivirla a mi manera. Por eso hemos titulado así el disco. Nunca he tenido problemas. He tenido soluciones», dice la cantante María Jiménez en «Gente que cuenta», de Anatxu Zabalbeascoa.

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