Extracto del medio de comunicación

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No llega a los 30. Vive en un pisazo junto a la Audiencia Nacional, en Madrid. No trabaja. No tiene problemas de dinero. Lee a Rimbaud y Baudelaire. Y pasea. Pasea por la ciudad, fundamentalmente por la noche. Pasea por la calle Génova, por el paseo de Recoletos, por Malasaña, por la calle Ponzano, por el barrio de Chueca. Pasea por el centro, la periferia no le interesa. Pasea porque no tiene nada que hacer, porque no sabe qué más hacer con su vida y porque mientras pasea piensa en un antiguo amor que, por supuesto, vive en París. Evidentemente, el autor no es Robert Walser ni hablamos de su obra El Paseo, esa gran metáfora del paseo como la vida, como «algo imprescindible para mantener el contacto con el mundo vivo», como explicaba el propio Walser. Porque en Buenas noches (Círculo de Tiza), primera novela de Santiago Isla, el protagonista camina por la ciudad pero observa todo desde la altivez, la distancia y la displicencia. No hay asombro, no hay descubrimiento. El protagonista de Isla no tiene nombre, es un diletante que se ve a sí mismo como uno de esos flâneur (paseantes) franceses del siglo XIX y cultiva la imagen de escritor maldito y de «existencialista prêt-à-porter» mientras intenta escribir una novela.

Santiago Isla tiene 25 años, es músico, tiene una banda llamada Chelsea Boots, trabaja en una empresa de telecomunicaciones y es hijo de Pablo Isla, presidente de InditexBuenas noches es su primera novela. Explica que «el personaje tiene algunas cosas en común conmigo, de eso no hay duda, pero hay otras muchas en las que no tenemos nada que ver; de hecho, es una caricatura que podría hacer de mí mismo. Yo no soy un escritor maldito, trabajo, no me duermo en los laureles, y no me recreo tanto ni en mis historias ni en mi propia fascinación».

Isla abre la novela con una cita de Pedro Salinas, al que identifica como uno de los grandes referentes que ha tenido a la hora de escribir esta historia, y cuenta que su interés por la literatura es anterior a la música, «siempre he leído mucho y siempre me ha gustado escribir». Su personaje dice, en uno de sus paseos, que la escritura es una profesión punk, por eso solo escriben los señoritos o los locos. El autor se coloca en el primer bando, «de loco no tengo tanto» y considera que «vivir de la literatura es casi imposible, creo que es más difícil que vivir de la música y por eso el personaje hace esa reflexión, porque solo se lo puede permitir la gente que está muy pirada o que no tiene ninguna necesidad de vivir de eso».

El pijerío es de lo poco tradicional y propio que queda en España, los que mantienen las costumbres que han muerto en las demás casas: la caza, los toros, las pedidas de mano, dice el protagonista de Buenas Noches. Isla retrata al pijerío madrileño, a «los que en Hola! llaman los cachorros de la jet», -«un titular bastante vomitivo», dice el autor- y habla de influencers como María Pombo o describe una de esas puestas de largo que solo celebra «la cremita» social en un castillo de la sierra de Madrid en el que durmió Franco. «En mi vida personal no llevo para nada ese tipo de existencia ni me muevo mucho por esos círculos, pero los conozco y el personaje, que lleva una existencia muy al margen de todo, muy metido en sí mismo, cuando se pasea por ese mundillo, sabe que pertenece a él de alguna forma y, por otro lado, le da rabia y pereza», explica Isla.

Sobre la ausencia de ternura en la mirada del protagonista, que observa el mundo desde el juicio permanente y la displicencia, su autor coincide en que su personaje «es una persona muy obsesiva, cínica y muy egocéntrica y todo lo que no forma parte de sus fantasías le parece menor e irrelevante y yo quería trasladar esa forma de entender las cosas y el mundo, para que quedara clara la distancia entre sus fantasías y la gente real, a la que ve como algo menor». Su protagonista no se pringa, no se ensucia, vive en el extrañamiento y la distancia continuos, como si paseara solo para verse a sí mismo pasear: «Está en su atalaya, aunque también se siente desgraciado, es un retrato de un tipo de gente que no se mezcla, que se siente mal consigo mismo y que mira a los demás por encima del hombro».

Todas las mujeres me saben a poquito, me parecen poquito, quizás un poco bobas, quizás un poco secas, quizás demasiado deseosas de agradar o de fascinarse… dice su personaje que, además de ir de misántropo, bordea la misoginia: «Todas las personas le dan igual, excepto una mujer a la que adora e idolatra y de la que estuvo enamorado, y todos los demás, que no pertenecen a esa fantasía que se ha montado en su cabeza, le parecen despreciables. Y es verdad que en su relación con las mujeres las ve por encima de hombro, las mira desde arriba, y tiene esa visión que, puesta en perspectiva, no es muy agradable».

Isla también «dispara» contra los poetas de bar en unos de sus retratos de la fauna nocturna de la ciudad: «están en el límite siempre de lo bello y la vergüenza ajena, el personaje se mete en un bar y ve a esa gente declamando sus poemas y le da vergüenza ajena; él se mete con los poetas de bragueta, ese tipo de poetas muy babosos, que suelen ser hombres, le dan rabia y no le interesan nada».

Qué rabia, soñar con escritor maldito y haber quedado para costumbrista de afterworks, dice el personaje de Buenas Noches. «Seguiré escribiendo, sí», dice Santiago Isla.