Chicos, ya lo tengo
Cuando el director Ernst Lubitsch necesitaba una idea buena de verdad, se iba al retrete. Se tiraba allí un rato y volvía con algo brillante. «Chicos, ya lo tengo», decía.
Cuenta Billy Wilder que había escrito una comedia romántica para él, treinta, cuarenta páginas de un guión bastante laborioso. Cuando Lubitsch lo leyó, no le gustó a nada. Entonces hizo lo de siempre. Se retiró al váter y cuando regresó dijo: «Ya tengo la solución. La clave está en el sombrero.» Wilder estaba con la mosca detrás de la oreja. Sospechaba que el director debía tener un pequeño escritor fantasma en el cuarto de aseo. «Ahora que lo pienso, es una pena que no fuera más a menudo al baño», señala en una entrevista realizada en 1996.
«De todas las enseñanzas que Billy Wilder aprendió de Lubitsch, ninguna como el noble arte de la elipsis. La misteriosa maestría de contar con el silencio. De iluminar al personaje con los agujeros negros del pasado. «Dale al público dos más dos y deja que sean ellos los que se sumen. Lo van a hacer por ti. Y se van a divertir. Van a jugar contigo», señala Marta Fernández en «No te enamores de cobardes».
Por su parte, Alfred Hitchcock no estaba del todo muy contento con su aspecto. Una vez confesó que, cuando se miraba en el espejo del retrete, al que le gustaría parecerse es a Cary Grant. Hasta el propio JFK consideraba al actor británico como su alter ego ideal en una película. «Todos quieren ser Cary Grant, incluso yo», dijo una vez el propio actor.
«Si tengo que proponer un film para explicar el amor por el cine ese es «El crepúsculo de los dioses», de Billy Wilder. El director tiene muchísimas obras maestras, y esta es sólo una de ellas», asegura Alberto Moreno en su libro «Las películas que no vi con mi padre», una obra que os recomendamos para este verano.
Llega agosto y el equipo de Círculo de Tiza os desea una felices vacaciones lectoras.
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