Cultivar un jardín

28 febrero 2022

Cultivar un jardín como quería Voltaire. Cultivar un jardín para menguar en soberbia. En vanidad. Para aplacar los deseos. El ansia. La avidez. La ofuscación que ciega, que empequeñece lo humano. El jardín como búsqueda de uno mismo, como mística, como meditación natural, como diálogo tranquilo con los milagros de la luz, con la magia del mundo. Un jardín, un huerto para recuperar la unidad, la generosidad, para aclarar la mente y ablandar el corazón, como encuentro sereno con la vida. Plantar un huerto es plantarse a uno mismo.

«El jardín está al principio y al final. El budismo lo dice: quien cuida un jardín está cuidándose él. A la excelencia solo se llega con mucho esfuerzo y ese esfuerzo requiere un viaje hacia adentro. Conocerse, conectar con uno mismo. No hay felicidad de garrafón. Cada uno tiene que desarrollar su propia fórmula. Para mí tiene que ver con un viaje hacia dentro. Con conocer quién es uno», dice Santiago Beruete en «Gente que cuenta», de Anatxu Zabalbeascoa.

Meter las manos en la tierra con amor. Sembrar la planta. Regarla lo justo y verla crecer con la paciencia que ahora nos falta. Un jardín para quitarse los velos del egoísmo, la desdicha, las falsas urgencias y aceptar la vida como nos viene, sin tanta resistencia. Encontrar un trocito de tierra bajo el cielo inmenso que nos saque una sonrisa y comprendamos quiénes somos: un minúsculo eslabón de un fascinante misterio.

«Es mediodía. Nunca he escrito a esta hora. Y se está muy bien, aquí en el jardín con un sol que parece de verano. Hoy tengo que portarme bien, pero no voy por buen camino», señala Pilar Orlando en «Malte vive en mi jardín».

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