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Pablo Ordaz: “El juicio del ‘procés’ es una suerte de tragedia griega”

25/09/2019 – 

VALÈNCIA. Conservar la capacidad de asombro cada día es una de las grandes cualidades de un periodista. En realidad, de cualquier persona. Acercarse a los hechos complejos con la mirada curiosa, el pulso firme y la cabeza vaciada de dogmas procura siempre buenos resultados. Eso ha sucedido con las crónicas acerca del ‘procés’ que escribió el periodista sevillano Pablo Ordaz para el diario El País y que acaban de compilarse en un volumen extraordinario publicado por Círculo de Tiza bajo el título El juicio sin final. La maestría literaria de Ordaz se despliega en cada una de estas 52 crónicas literarias que a veces son políticas, otras cómicas e incluso terroríficas.

De todo hay en un libro repleto de personajes reales que son descritos con más detalle y fineza que Julien Sorel o Madame Bovary. Así, por ejemplo, define el autor a Josep Lluís Trapero, el jefe de los Mossos d’Esquadra que se convirtió en un personaje esencial de esta tragedia. “Esa voz profunda y un poco rota por las esquinas, ese porte de tipo duro sin exagerar, esa manera de declarar sin irse por las ramas, esa forma de decir sí, su señoría, o no, su señoría, aunque su señoría sea el fiscal que lo quiere mandar al infierno una temporada”. Y, finalmente, lo que rezuma este libro es una ironía tan filosa que brilla en inteligencia en la mayor parte de sus páginas. Eso precisamente -talento y sentido del humor (perdón por la redundancia)- es lo que necesitamos para soportar la política en estos ‘Tiempos Modernos’.

– No sé si mientras escribías las crónicas para el periódico pensaste en algún momento que esto podría acabar convirtiéndose en un libro.
– ¡No, sólo pensaba en el reloj! Una crónica de este tipo se escribe siempre con el reloj como enemigo. Hay que tener en cuenta que, muchos días, las sesiones del juicio se alargaban hasta bien entrada la tarde, y había que intentar calcular muy bien el momento de ponerse a escribir para que a los redactores jefes no les diera un infarto esperando la crónica. Y yo -se lo puedes preguntar a ellos y te lo confirmarán- suelo calcular mal. La mayoría de las veces envié la crónica al límite del tiempo permitido y siempre con la sensación de que podía haber enviado otra crónica mejor, con un detalle importante que se quedó fuera, con un enfoque distinto… En mi descargo diré que es muy difícil resumir en 800 o 900 palabras una jornada de un juicio tan trascendental como este, con tantos testigos, peritos, con personajes tan relevantes en la vida del país…

– ¿Cómo fue el encargo que te hacen desde Círculo de Tiza?
– La verdad es que ahora que lo pienso Eva Serrano se la jugó bastante porque me convocó a una comida junto a Juan Cruz, amigo común y gran periodista, apenas unas semanas después de iniciado el juicio. En ese momento no teníamos muy claro si el libro -en el caso de que finalmente llegara a buen puerto- sería una recopilación de las crónicas tal y como fueron escritas, a bote pronto, dentro del salón de plenos, o si esperaríamos a que saliera la sentencia. Y aquí estamos, esperando la sentencia con el libro en la mano.

– Una de las cosas que más sorprenden de estas crónicas es esa especie de asombro con la que te acercabas cada día al juicio. Siempre encontrabas algún detalle, algo que palpitaba, algo vivo que debías contar… ¿cómo se entrena esa mirada?
– No me lo había planteado nunca, pero supongo que la mejor manera de mantener viva la mirada es no renunciar jamás a la capacidad de asombro. Un periodista, por experto que sea en una materia, por mucho que se haya informado previamente, siempre debe mantener una mirada curiosa y crítica sobre los hechos y los protagonistas de una noticia. Además, las crónicas del juicio que tenía que escribir a diario en EL PAÍS no tenían que basarse en lo más noticioso del día -para los grandes titulares ya estaban los compañeros de tribunales-, sino que me podía detener en cuestiones aparentemente más anecdóticas pero que, sin embargo, ayudaran a comprender el conjunto de la situación. Además, y esto es importante, pude seguir el juicio desde dentro del salón de plenos, donde estaban prohibidos los teléfonos móviles y los ordenadores, algo que no se podían permitir los periodistas que tenían que retransmitir en directo la sesión para sus periódicos digitales, emisoras de radio y televisión.

– Seguro que me dirás que no pero en este libro hay ecos de las ‘Crónicas parlamentarias’ de Camba o los artículos en El Globo de Azorín sobre el congreso. ¿Tenías esas lecturas en mente al comenzar este proyecto?
– No, la verdad es que no. Lo que más me preocupaba, además de atenerme lógicamente a lo que allí estaba pasando, era encontrar el tono justo, la distancia adecuada. No hay que perder de vista que un juicio en el que la fiscalía, la abogacía del Estado y la acusación popular pedían condenas muy altas para los acusados es una cosa muy seria, al margen de que la polarización del país, la guerra de tuits o el ruido mediático puedan llegar a desviar la atención de lo verdaderamente importante. Y lo importante era que allí dentro se estaban juzgando hechos de mucha trascendencia que podían acarrear largos años de condena para algunos de sus protagonistas.

– Hablando con Eva Serrano, tu editora, me decía que ella veía todo lo sucedido en el juicio del procés como una suerte de tragedia griega con su coro, sus héroes, sus villanos, su oráculo y sus mártires. ¿Crees que es así? ¿Y podrías identificarlos?
– Sí, salvo que aquí, los héroes para unos son los villanos para otros. Y, por seguir con el juego, puedo arriesgarme a decir que, 52 sesiones después, cada espectador de esa suerte de tragedia griega sigue y seguirá pensando que sus héroes y sus villanos son los mismos que al inicio de la función.

– En la introducción del libro Muñoz Molina afirma que el mejor periodismo escrito puede ser alta literatura. ¿Estás de acuerdo? ¿Cómo resuelves tú esa continua tensión entre literatura y periodismo?
– Muñoz Molina, con el que guardaré siempre una deuda de gratitud por su prólogo, llega a decir que «tan literatura es una entrevista o una crónica política o el relato de un atentado como una novela», y que «lo mismo que la novela, la pieza de periódico puede estar bien o mal escrita, cuidada o no». Y esto último es muy importante. Aunque todo el mundo entiende que un periodista no puede tener el tiempo de un novelista a la hora de armar su pieza, eso no puede ser la excusa para descuidar, ni en el fondo ni en la forma, lo que se escribe. El periodista debe intentar por todos los medios que lo que cuente sea verdad, pero también que la belleza esté presente en las palabras que utilice, en los matices, en la forma de acercarse a la historia que pretende contar.

– En este sentido y visto lo ocurrido recientemente con la división en español de The New York Times parece que la calidad en el periodismo cuesta ser reivindicada como un bien supremo, con su particular capacidad de trascendencia para la sociedad…
– Sí, sin duda es una mala noticia, un gran tropiezo, el cierre de su división en español. Pero también hay otros ejemplos en la prensa española y latinoamericana de que el lector de periódicos o el oyente de la radio sabe apreciar la calidad en la información. Es una batalla difícil de librar, sobre todo en tiempos de crisis, pero nos corresponde a nosotros, los periodistas, ganarla sin perder el entusiasmo. Y se gana crónica a crónica, aspirando a la excelencia en el trabajo aunque tu información vaya en la página par de un periódico local o en un noticiero de la madrugada. Siempre habrá alguien al otro lado que sepa apreciar el esfuerzo.

– La mediocridad instalada en la política, ¿permite que el periodismo y la crónica política brille o más bien aniquila las posibilidades de hacer una pieza periodística notable con unos protagonistas tan flojos?
– Es verdad que el panorama político no parece sobrado de estadistas, sino más bien lo contrario. Pero habrá que contar por qué, poner el foco -por ejemplo- en la forma en que los partidos eligen a sus líderes, en la selección adversa que parece imperar en las formaciones políticas de tal manera que los mejores nunca son los que llegan más alto. Aunque, como tú dices, los protagonistas sean tan flojos, tan faltos de ideas y de diálogo, eso no puede ser ni excusa ni motivo de contagio para contar el por qué de lo que está sucediendo.

– “Esto no ha hecho más que empezar” dices al final del libro. ¿Qué crees que va a empezar ahora, justo después de la sentencia del procés?
– El último día del juicio vimos cómo algunos de los principales acusados, a dos metros apenas de los seis magistrados y la magistrada encargados de dictar la sentencia, dijeron que lo volverán a hacer. Así que esa frase no es una profecía, sino más bien la constatación de que esto -entendiéndose por esto el desafío al Estado por una parte del independentismo más radical- va para largo.