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Extracto del medio de comunicación

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Nuria Labari: «No conozco a nadie fuerte que no sea profundamente frágil»

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Una periodista. Un economista. La hija adolescente de ambos. Una cifra y una letra: 11-M. Una ciudad que salta por los aires. Un amor que explota. El extrañamiento, el fracaso, la búsqueda de sentido en mitad de todo ese horror. De todos estas cosas -que se comunican entre sí- habla Nuria Labari en ‘Cosas que brillan cuando están rotas’ (Círculo de Tiza), su primera novela y uno de los libros revelación del año. Charlamos con ella sobre su criatura y el fenómeno que ha supuesto (va por la sexta edición). Y de mucho más, en realidad. Como dice su abuela, ojo que «lo escrito se lee».
¿Por qué ese título?
Me lo regalaron. No conseguía dar con uno que me gustara. Estuvo a punto de llamarse ‘Nunca más nosotros’ o ‘Así hablan de amor las personas normales’. Pero no me encajaban. Y entonces alguien dijo: ‘Cosas que brillan cuando están rotas’. Lo celebré y agradecí al creador del título el hallazgo. «No lo he inventado yo. Es tuyo. Está dentro de la novela», me respondió. Y era verdad, es una frase casi literal del libro.
¿De qué querías hablar?
De muchas de las cosas que me han obsesionado los últimos años. El progreso tal y como lo entendemos, la crisis de la prosperidad y las otras (social, moral, política…). Del sentimiento prefabricado de fracaso que llevamos dentro, de por qué nadie se baja del coche en medio del atasco y todos llegamos a destino cada día. De ese extrañamiento. Quería hablar también de cómo nuestro sentido íntimo se quiebra por habitar el mundo en que vivimos, un mundo donde la muerte estalla todos los días, lejos o cerca de casa. Y de si el amor es capaz de ser fuente de sentido en estas circunstancias.
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Tras el fenómeno que ha supuesto la novela, ¿crees que se te ha entendido?
No sé si una novela se entiende mejor porque llegue a un mayor número de personas en un momento determinado. «Lo escrito se lee», me repitió mi abuela durante toda mi infancia como una advertencia. No le gustaban las cartas ni los diarios que yo llevaba a todas partes por entonces. Antes o después un libro encuentra a su lector, ese capaz de mejorarlo y hacerlo crecer. Este ha sido un regalo. He encontrado a lectores maravillosos y además he tenido la suerte de conocerlos.
¿Llegamos a conocer a nuestras parejas? ¿Y a nuestros hijos?
La pregunta es ¿queremos realmente conocernos? Define amor. Imagina que dices a un hombre: «Deseo que hasta lo más oscuro de ti vuelva a casa». Imagina ahora cuánto tardarás en arrepentirte de haberlo dicho. Conocemos hasta donde queremos conocer.
Esa adolescente egoísta y sincera del libro a veces cae mal. ¿Ha sido consciente?
A mi Clara me cae muy bien. Hay mucha gente que odia a los adolescentes y Clara es adolescente, quizás por eso no le aguantan. Son seres incómodos, egoístas, impredecibles, oscuros… Seres a los que no tenemos ganas de conocer. Seres a los que ni sus padres tienen ganas de conocer. Y son un regalo si llamas a la puerta y dejas tu forma de ver el mundo afuera. Son un viaje para la imaginación.
¿Por qué crees que se te dan tan bien las voces de adolescentes?
Porque tienen el alma en carne viva y ese es un terreno jugoso para una escritora. Es una edad con herida. Porque la realidad cae directamente sobre la carne. Y porque es la edad de la tristeza y de la expectativa.
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‘La gente fuerte no se dobla, se rompe’, se dice en el libro. ¿Tú eres de romperte o de doblarte?
No conozco a nadie fuerte que no sea profundamente frágil. Por lo visto nací rota. Justo por la mitad. Los huesos de la cadera no encajaban. Me pasé varios años inmovilizada. Pero me he doblado más veces de las que me he roto. Hay que aprender a tener cintura con la vida.
Entrevistaste a la madre de Jamal Zougam, uno de los implicados en el 11-M y fue portada de El Mundo con apenas 24 años: ¿volverías a hacerlo igual?
Ahora tengo 37 años. No lo haría ni parecido. Puede que ni siquiera lo hiciera. Lo que no sé es cómo pude hacerlo entonces.
¿Cómo se hace eso de ser mamá escritora?
Cuando se lo preguntes a un papá escritor, te lo cuento. Dejando a un lado la respuesta de manual: lo llevo fatal.
Llevas seis ediciones, ¿cómo se vive eso?
El libro ha ido franca e inesperadamente bien. Lo he vivido con alegría y con la suerte de tener cerca amigos que se han alegrado más que yo.
¿Te lo esperabas entonces? Siempre dices que lo pasaste falta escribiéndola y que llegaste a odiarla…
No… ni eres la reina del mambo por tener unas cuantas ediciones ni lo contrario cuando un libro pasa sin pena ni gloria. Hay obras maravillosas olvidadas y otras mediocres que son un éxito. «Lo escrito se lee»… Lo que no sabemos es cuánto ni hasta cuándo. ¿Quién le iba a decir a Lucia Berlín lo que pasaría después?
Le ha gustado a intelectuales y a gente muy televisiva, como Jorge Javier o Milá. Y eso no es fácil…
Yo creo que un hijo bastardo de la cultura popular y la alta cultura sería una criatura adorable. Los libros no están escritos para un target, no se dirigen a un tipo de lector concreto, de una edad concreta, de unos gustos concretos. ¿Acaso puede un libro sólo interesar a un único tipo de gente? Qué bajón de libro, ¿no?
Rosa Montero dice que leerte es como asistir a una «clase de anatomía afectiva»…
Creo que eso lo dijo de mi libro de cuentos, ‘Los borrachos de mi vida’. Admiro a Rosa. Es sin duda una de las mejores lectoras literarias que conozco. Como es famosa por otros asuntos, esta faceta suya es menos conocida, pero tiene un olfato increíble y un gusto exquisito. He hablado mucho con ella sobre literatura. Y me ha dicho también cuando algo mío no le ha gustado. Como además es amiga, en público sólo cuenta lo que sí le gusta. Rosa es un diez.
¿En qué estás ahora?
Estoy escribiendo autoficción. Esto es un chiste y una verdad. ¿Alguna vez no escribimos autoficción y todo lo contrario?