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Extracto del medio de comunicación

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Agus Morales nos acerca a los «sin refugio» en su libro «No somos refugiados»

Alfonso Bauluz

Madrid, 24 mar (EFE).- El periodista español Agus Morales retrata a los «sin refugio» que ha encontrado al acercarse al fenómeno migratorio de quienes huyen de la violencia, donde descubrió que el maestro sursudanés que «huye de las bombas» no es un refugiado, sino el desplazado interno que no logra salir de su país.

El autor de «No somos refugiados» (Editorial Círculo de tiza) señala a Efe: «desde hace años estoy entrevistando personas que huyen de la violencia y que comunmente llamamos refugiados».

«A medida que fui avanzado me di cuenta que el maestro que está en Sudán del Sur, y que huye de las bombas no era un refugiado porque era un desplazado interno», aclara inmediatamente.

Tampoco lo era «el emigrante centroamericano que iba hacia Estados Unidos».

Ni siquiera, «el sirio que salía de su país. En muchos casos no se le daba el asilo».

Ya «entonces me di cuenta que la esencia del libro era lo que no eran», ironiza.

En su opinión, «No somos refugiados» -prologado por Martín Caparrós con ilustraciones de Anna Surinyach- «es un poco el fracaso del sistema de asilo internacional».

Al explicar este proyecto narrativo en el que ha invertido siete años de trabajo, el también director de la revista «5W», especializada en información internacional, reseña la importancia que otorgaba para reflejar esta realidad su «equilibrio geográfico».

Tal vez resultado de los años trabajados como corresponsal de Efe en India y Pakistán y posteriormente con Médicos sin Fronteras en proyectos de ayuda humanitaria a víctimas de conflictos y miseria.

Para él, es fundamental «dar cuenta de que lo que está sucediendo en cuanto a movimientos de población no sólo afecta a Europa, sino que es un fenómeno global, muy importante en África, también América y Asia».

Así fue como se planteó narrar las peripecias de centenares de miles de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares.

«Hacer una especie de recorrido, que recorría la experiencia refugiada, que no sólo fuera el momento traumático del refugiado», recuerda.

El relato comienza por «el origen, la guerra». Después «las fugas, el momento que huyen, que son historias más personales», indica.

Profundiza con las reflexiones de los protagonistas en «los campos donde se detienen», pero también les acompaña en «las rutas que recorren y los destinos, que son, en el caso de las personas que llegan, la llegada».

Es un triste retrato de la actualidad que ha ido «alternando geográficamente y en diferentes contextos».

«Es como intenté contar la historia de esta gente», dice al rememorar el periplo narrado desde la frontera afgana con Pakistán a los confines de Sudán del Sur.

Su crítica es demoledora: «De alguna forma el refugiado es el enemigo del siglo XXI para algunos sectores, oficiales y no oficiales de Occidente».

Y algo que ha aprendido en sus viajes, que «este no es un mundo en el que triunfa la guerra, es un mundo en el que fracasa la paz».

Lamenta ese fracaso de Naciones Unidas y precisa que ahora es hasta difícil conocer a los interlocutores involucrados en algunos procesos de paz como el de Afganistán.

«Hoy ni siquiera sabemos quienes son los interlocutores pues eran los talibanes y otros grupos islamistas, e incluso -subraya- a veces pasa que ni están los interlocutores».

Los incumplimientos en el control de armas no hacen sino alimentar conflictos, como el de Sudán del Sur donde, según sus palabras, «había una moratoria de compra de armas ligeras y se levantó. Han estado luchando durante décadas contra el norte y todavía pueden seguir comprando armas».

Además, «Sudan del Sur tiene un problema fundamental y es los yacimientos petrolíferos en el sur del país que dependen de Sudán» para su salida al mercado.

Al margen de Occidente o Estados Unidos, insiste «en el proceso de paz pueden tener un papel fundamental los países vecinos como Uganda».

«También República Centroafricana. Los países colindantes tienen mucha importancia. Sobre todo Chad, que es el que está más relacionado con la milicia seleka», subraya para acercar las responsabilidades y soluciones al conflicto.

En el combate a las mafias «estamos hablando de un negocio que mueve mucho dinero y que además crece cuando los muros son más altos», alerta para dejar claro que se trata de un «comercio al por mayor de personas». EFE