Extracto del medio de comunicación

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Disparen contra el tipo que escribe en bata: ¿echamos a los columnistas de la prensa

Literatura infiel, de Ricardo F. Colmenero, y Hombres elegantes, de Milena Busquets, prueban el excelente momento que atraviesa el articulismo español

Los que estudiamos periodismo porque nos daba la nota siempre hemos sentido simpatía por el intrusismo en la profesión. El intrusismo era -no sé si en las facultades sigue agitándose este fantasma- que gentes sin un título de ‘Periodismo’ firmado por el rey trabajaran en los periódicos. La tele y la radio daban un poco igual. Nosotros, que estudiamos periodismo porque las filologías eran para pobres de currículum (apenas un cinco frente al seis largo de las Ciencias de la Información), ya practicábamos un intrusismo seguramente más dañino: el del que acabará de periodista sin gana alguna de ejercer el periodismo.

Lo que quería uno era un rincón del periódico para escribir bonito. Ser firma. Y si incluía fotito, mejor.

A menudo me pregunto por los motivos que llevan a la gente, hoy en día, a comprar el periódico. Como El Confidencial no tiene versión entintada, puedo decirlo: llevo veinte años sin comprar uno. Si me trajeran gratis el pan a casa también dejaría de comprarlo en la tahona de la glorieta. Pero hay gente a la que le gusta, no sé, caminar hasta la tahona, hasta el quiosco, y meterse panes y prensa bajo el brazo, y picotearlos de vuelta a casa.

Los que estudiamos periodismo porque nos daba la nota siempre hemos sentido simpatía por el intrusismo en la profesión. El intrusismo era -no sé si en las facultades sigue agitándose este fantasma- que gentes sin un título de ‘Periodismo’ firmado por el rey trabajaran en los periódicos. La tele y la radio daban un poco igual. Nosotros, que estudiamos periodismo porque las filologías eran para pobres de currículum (apenas un cinco frente al seis largo de las Ciencias de la Información), ya practicábamos un intrusismo seguramente más dañino: el del que acabará de periodista sin gana alguna de ejercer el periodismo.

Lo que quería uno era un rincón del periódico para escribir bonito. Ser firma. Y si incluía fotito, mejor.

A menudo me pregunto por los motivos que llevan a la gente, hoy en día, a comprar el periódico. Como El Confidencial no tiene versión entintada, puedo decirlo: llevo veinte años sin comprar uno. Si me trajeran gratis el pan a casa también dejaría de comprarlo en la tahona de la glorieta. Pero hay gente a la que le gusta, no sé, caminar hasta la tahona, hasta el quiosco, y meterse panes y prensa bajo el brazo, y picotearlos de vuelta a casa.

Comprar el periódico por los columnistas justificaba que cobraran tanto por -como dice Jiménez en ‘El director’- escribir ‘en bata’ en su casa

Lo he pensado y creo que sólo ha habido dos motivos para que yo comprara un periódico: uno) que saliera yo, y dos) que ese día publicara columna alguien que me gustara. Me da que todo el mundo, cuando compra un periódico, espera de alguna manera salir en él. Comprar el periódico por Umbral, por Carlos Boyero, por Elvira Lindo o por Vicente Verdú (tuve mi momento para todos), era lo que justificaba que cobraran tanto por -como dice David Jiménez en ‘El director’- escribir “en bata” en su casa.

También Quique Peinado, en algún sitio, ha señalado este escalón del reconocimiento que media entre los que escriben en bata y aquellos que se meten hasta las ingles en el fango de lo real, trayéndonos reportajes sufriditos y noticias bomba. Qué quieren, a mí me da igual la noticia bomba frente a una columna bonita.

El caché de los columnistas

Parece que la llegada de Internet y de las versiones digitales de los medios, incomprensiblemente gratuitas, han rebajado mucho el caché de los columnistas. Esto habrá alegrado a David Jiménez, que en su polémico libro cuenta cómo pidió estadillo de sueldos y remuneraciones y creyó que determinado columnista tenía en el suyo un cero de más. Y no era un error, es que cobraba con ceros de más.

Sin embargo, no sé ustedes (digánmelo en los comentarios), yo sigo entrando en los periódicos para empacharme a titulares, ver encuestas aproximativas yleer íntegras solamente columnas de opinión. Ahora hay muchísima gente que escribe de puta madre. Da igual sobre qué. Da igual, incluso, en contra de quién. Yo los leo para que me den la razón estética, nunca la política.

Ahora hay muchísima gente que escribe de puta madre. Da igual sobre qué. Da igual, incluso, en contra de quién

Pensando en qué puede diferenciar a los columnistas españoles de los escritores españoles, aparte del hecho objetivo de que los columnistas escriben mejor, he concluido que la del columnista es una escritura a tiempo, mientras que la del narrador lo es a deshoras. Casi ningún escritor español podría escribir un buen texto de aquí a media hora, o a hora y media; ni siquiera de aquí a mañana por la mañana. Son muchos los adjetivos que debe cuestionarse, los párrafos que hay que poner en cuarentena y las comas que ha de debatir con la eternidad. No se ponderará nunca lo suficiente el mérito que tiene escribir una columna extraordinaria sabiendo que cuentas con un par de horas para hacerla.

Es verdad por tanto eso que dice Juan Gabriel Vásquez (lo leí citado en un tuit de Jorge Carrión) de que en literatura estás obligado a dudar, pero en el artículo tienes que llevar razón. El columnista, normalmente, es un tipo que finge posiciones extremas, odios o amores inalterables, una nula disposición a debatir porque, si no, sería su propia columna la que no generaría ningún debate. El buen columnista nos hace un favor: obligarnos a escoger bando. A nadie le interesa un columnista que diga siempre: esta es mi opinión, pero hay otras, y ni siquiera la mía me convence a mí. El columnista tiene que decir algo con lo que se pueda no estar de acuerdo. Si no, es como escuchar la propia voz grabada: da grima.

Meter en libro

El hecho de que, regularmente, se junten columnas en un libro y no reportajes o noticias bomba debería decirnos algo sobre qué parte del periódico envejece peor. Hoy en día puede leerse por gusto ‘Impresiones de un hombre de buena fe’ (1914-1919), de Wenceslao Fernández Flórez, pero no las apasionantes noticias con las que compartía pliego. A nadie le importan.

Ricardo F. Colmenero y Milena Busquets acaban de incurrir en esta osadía: meter en libro lo que fue un decir diario, perfectamente transpapelable. No vean si aguanta.

Colmenero, por su parte, es uno de mis articulistas favoritos en estos momentos. (Según mi experiencia, la afición por una firma dura exactamente cuatro años; como el amor, que diría Milena). En ‘Literatura infiel’ (Círculo de Tiza) reúne trescientas y pico páginas de artículos donde habla del portal de su casa, y alrededores. Colmenero es de esos columnistas que les pones a escribir sobre las crisis de gobierno y los echas a perder. “Le habían dicho que yo escribía muy bien, una frase que, en el mejor de los casos, significa que no te ha leído jamás”. Tiene una gracia inagotable, el tipo: “Uno de los errores más frecuentes a la hora de llevar un bebé al pediatra es llevar al bebé”. Y también habla mucho de amor, cosa que no suele hacer el titular del día.

Quizá estos textos están condenados a perdurar porque hasta la cursilería guarda más relación con nosotros que la Historia Universal.