El coraje de escribir
Lo más difícil de escribir es ponerse a escribir. Dejar de divagar, perder el miedo y pasar a la acción. Hay quien olvida que los escritores son personas que escriben, que se sientan en el escritorio o debajo de un árbol y se dejan la vida. Allí, escribiendo, se conectan con ellos mismos, dejan de lamentarse, de imitar a otros, y sienten fluir toda esa creatividad que llevan, que llevamos dentro como un tesoro. La escritura, la pintura, la música, el arte son una experiencia espiritual, donde el escritor, donde el artista se abre a algo que lo trasciende, a algo divino, y se convierte en un transmisor de una energía misteriosa que plasma sobre un papel, sobre un lienzo, una piedra o una partitura.
«Antes de nada está la dificultad de ponerse a escribir. Ese flujo pleno y abundante que tiene que ponerse en marcha, si es que vamos a oír hablar al escritor, simplemente se niega a brotar. La estúpida conclusión de que si no tiene facilidad para la escritura es que se ha equivocado de vocación es una tontería. Hay docenas de razones que explican esa dificultad, y hay que sondearlas antes de que el profesor tenga derecho a decir que no ve rayos de esperanza en su pupilo», señala Dorothea Brande en «Para ser escritor».
A veces me pregunto qué grado de conexión elevada y mística tenía Kafka con el universo para escribir «La condena» de una sola sentada. Empezó sobre las diez de la noche y acabó a las seis de la madrugada. Al terminar tenía las piernas tan agarrotadas que no podía sacárselas de debajo de la mesa. Se escribe con coraje, con disciplina, con confianza, para un público, en principio, formado por una sola persona: tú mismo. Se escribe, se crea para expresar nuestra esencia y nuestra mirada del mundo, y se hace disfrutando del camino, transitando el proceso, sin pensar en la meta.
«Para escribir una historia tienes que confiar en ti mismo, tienes que confiar en la historia y tienes que confiar en el lector. Antes de sentarte a escribir, ni la historia ni el lector existen siquiera, y solo debes confiar en ti mismo. Y lo único que puedes hacer para confiar en ti mismo es escribir. Dedicarte al arte. Escribir, haber escrito, esforzarte por escribir, planear escribir. Leer, escribir, practicar, aprender el oficio, hasta saber algo al respecto y saber que sabes algo al respecto», comenta Ursula K. Le Guin en «Contar es escuchar».
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