El golpe
Nochebuena de 1938. Un hombre sube veloz unas escaleras. De pronto siente que algo le golpea en la cabeza. Es el batiente de una ventana recién pintada.
Cuando vuelve a casa se cura la herida pero se le infecta. Pasa una semana sin dormir, con pesadillas y fiebre alta. Pierde el habla y lo operan de urgencia. Sufre una septicemia y durante un mes está entre la vida y la muerte.
Cuando empieza a recuperarse cree haber perdido la razón y la capacidad para la escritura. Entonces, para probarse, decide escribir, por primera vez en su vida, un cuento. Y así fue como surge Pierre Menard, autor de El Quijote, con el que Jorge Luis Borges daba inicio a uno de los universos literarios más fascinantes de todos los tiempos.
«Una noche, en Buenos Aires, tres amigos conversan sobre literatura fantástica cuando todavía no era un negocio. Son Silvina Ocampo, Borges y Bioy Casares. Esta situación encantadora tuvo por resultado la Antología de la literatura fantástica: tres amigos que conversan. Nada de planes, definiciones, negocios, sólo la intención de obtener un buen libro. Así, quizá por primera vez, aparecieron juntos en un mismo volumen los cuentos de terror y de fantasmas, las fábulas y la ciencia ficción», escribe Ursula K. Le Guin en «Contar es escuchar».
El golpe que le cambió la vida literaria a Borges, lo encontramos recreado, con su estilo inconfundible, en su obra. En El sur leemos: «Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las mil y una noches, de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente: ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le había hecho esa herida.»
«Al igual que para Melville, el ritmo para Borges era otra cosa (no la sonoridad «perfecta» ni la métrica «per se») sino cierta sintaxis, cierta yuxtaposición y variedad de las estructuras a la que está necesariamente obligada cualquier escritora de ficción. Esta combinación particular del ritmo de la historia y del lenguaje hace al estilo de Borges, tantas veces imitado, uno de los más influyentes en la literatura hispanoamericana. Es tanto un modo de escribir como un modo de ver», señala Betina González en «La obligación de ser genial».

