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Extracto del medio de comunicación

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Palos de ciego de David Torres

La ceguera, la oscuridad, no ver. La vida siempre la convierten los demás en una ceguera para otros. Como un juego, el de la gallinita ciega, al que a uno se le ciega, y los demás lo abandonan a su suerte mientras anda con las manos al frente, buscando un apoyo para tu mundo. Como en el juego de la piñata, donde a uno le otorgan la posibilidad de poseer el mundo si tiene la suerte de atinar con un palo en la cornucopia de la fortuna. Como vivir en la égida de unaestalin ley que dirige un hombre, todos somos ciegos hasta que se nos precise para un menester cualquiera, cuando se acaba el lapsus, se nos devuelve a la ceguera de la ley. En ambos tres casos, uno camina, golpea, actúa dando palos de ciego. Unos palos de ciego que, en algún momento de suerte, provocan beneficio; en la mayor parte de las ocasiones, nos abocan al fracaso. Un fracaso, además, en el que lo más natural es que permanezcamos de por vida, obcecados. Queda claro que cegar a la gente la obceca con su ceguera y vivir a tientas, a cegarritas, tienta a todos, y todos se ofuscan con la acción que provocó la ceguera – ofuscación que siempre lleva a realizar la búsqueda.

Estas son las cuatro líneas argumentales de la novela de David Torres, Palos de ciego, publicada por la editorial img_20171110_232849Círculo de Tiza, en el pasado mes de octubre. Durante sus 258 páginas somos ciegos guiados por un lazarillo. Ciegos que han permanecido sin ver la realidad de verdad que ocultamos con nuestra ceguera de hipótesis antinewtonianamente. La realidad la hacen los otros.

Líneas argumentales que empiezan con la vida de un solo día de un hermano desconocido, de unos ciegos con cantares que no vieron el canto del gallo porque los fusilaron en Ucrania, por orden del más ciego de los zares rojos, Stalin, y un amor que, como la espada de Miguel Strogoff, nos ciega hasta la Cruz do Ferro, del camino de Santiago, en un ínterin que nos explique la ceguera, no que nos permita recuperar la vista.

La originalidad de la novela estriba en que no hay novela. La novela que vamos a leer ha sido diseñada con estos hilos argumentales por la propia vida y es la historia que el autor quiere escribir, no cabe duda. Sin embargo, cada vez que se pone a escribirla le asaltan las dudas, que es como decir el fracaso. Prefiere escribir y describir ese fracaso david-torres1evidente a la ceguera y la ignominia que origina en las personas, en uno mismo y en los demás. ¿Cómo es posible que se pueda cometer una negligencia médica y que este oculte la desaparición y venta de bebés en una sociedad ciega que nada investiga? ¿Cómo es posible que se fusile a 300 bardos ucranianos ciegos y sus lazarillos y nadie tenga noticia de tal hecho? ¿Cómo es posible que la sociedad estalinista haya sabido de las purgas a los intelectuales y a cualquiera que no pensara igual y se hayan permitido; y que se haya purgado hasta los inventores de las purgas? ¿Cómo nos dejamos llevar por el amor hasta los límites de la desaparición y la ceguera? La pregunta clave es cómo escribir una novela que sea capaz de reventar todos estos entresijos y ponernos ante la cara misma de la ignominia sin sacarse los ojos. ¿Cómo soportar la propia ignominia sin sentirse molesto por la capacidad de ver lo que ocurre, sin sentirse con ganas de revolucionar la vida para cambiarla de verdad? En vez de invitar a sacarse los ojos quizá la invitación debería ser a ponerse las gafas para ver mucho mejor.

Escribir una novela, porque se halla escrita, desde la metafísica de la escritura, y que se materialice ante los ojos del lector, a pesar de la dificultad de escribirla porque siempre se topa con el fracaso, es un logro inmenso y que hace que esta novela sea de una originalidad extraordinaria.

La novela nos obliga a la lectura de cada palabra por ese contradictorio estar entre la imposibilidad de la escritura de la misma y su desarrollo metafísico ante nuestros ojos, originándose de los únicos capítulos escritos realmente y que se nos muestran. El resto de la novela es el planteamiento de la posibilidad imposible de llegarse al núcleo mismo de la ignominia y si me permitís, de lo siniestro. Sé que no existe el mal como encarnación, sé que hay cerebros más dados a la violencia que otros y que el bien es pura empatía con los demás, entonces, ¿por qué razón hay médicos que vendieron niños de otros y recién nacidos a familias que por razones biológicas no podían tenerlos y por qué hubo y hay quien hace la vista ciega a ese suceso? ¿Por qué se asesinan a 300 ciegos en un páramo desolado y a nadie le importa ni nadie lo consigna salvo la leyenda? Podríamos seguir, pero más vale que seáis vosotros los que lo descubráis en su lectura y comprobéis en la lectura la aparición de esa novela imposible de la reflexión metafísica sobre la ceguera, la ignominia, en definitiva, de lo siniestro.

La novela es una reflexión sobre lo siniestro, sobre la perversidad de la conducta humana, sobre la desmoralización del otro hasta conseguir que se pliegue a los deseos de protervidad del otro. Quizá en esto consista la imposibilidad de escribir la novela, el hecho de poder comprender porqué se comporta la gente con esa vileza. No será la primera vez que por toda explicación se oferte aquel aforismo de que las paredes del infierno están construidas con buenas intenciones. Sin embargo, el infierno no existe en sí, el mal no se encarna en sí, y enfrentarse a la perversidad de quien vende y asesina nos puede convertir a nosotros en perversos.

La belleza de la novela radica en que para escribir esta novela se ha construido desde la reflexión ante la imposibilidad de escribirla y que esa reflexión nos puede convertir a nosotros en perversos, al comprender el mal.

Por toda explicación, una piedra blanca en una estatua.