Extracto del medio de comunicación

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Javi Gómez, para acabar de una vez por todas con la nostalgia

El periodista publica ‘La gran desilusión’, un ensayo en el que explica «cómo caímos en la época de la incertidumbre… y cómo saldremos de ella»

Anoche vi el noticiario de Telemadrid, dirigido y presentado por Javi Gómez. Me pareció que lo hace muy bien, pero sobre todo me extrañó verle en la pequeña pantalla, como si por un raro prodigio hubiera saltado de nuestra dimensión a otro universo paralelo, en el que se hubiera instalado a vivir permanentemente, o del que acaso podía volver a voluntad, a tiempo para ir a cenar. Tampoco me hubiera extrañado si, después del telediario, deslizándose como un fluido espectral a través de la pantalla hubiese ingresado en mi salón, y tomando asiento en una silla –pero como siempre con ese aire suyo de no instalarse, de estar a punto de irse– se hubiera puesto a conversar…

Trabajé con él, o mejor dicho bajo su dirección, trabajé, por cierto, no mucho y sólo durante un año, pues al cabo de un año se fue, ya he dicho que no es hombre que se instale, basta verle, tan flaco; pero fue suficiente tiempo para que me gustase y me asombrase, en primer lugar, esa independencia de criterio o libertad mental y resistencia a los estereotipos y los tópicos con los que se manifiesta la pereza de pensar y que constituyen una de las tragedias mayores de este país nuestro atrancado en dicotomías; y en segundo lugar la versatilidad, tanto de sus pasiones –que abarcan el fútbol, el periodismo​ y el pensamiento sobre la época proteica que nos ha tocado vivir, con sus prodigios, sus paradojas y sus horizontes sombríos– como de sus habilidades profesionales, pues tanto le veo en la tertulia de Ana Rosacomo dirigiendo un suplemento dominical como interpretando en las entrañas del último fenómeno de la actualidad los signos de los tiempos –como los augures de antaño hacían destripando un ave– y diciendo por escrito lo que ha visto. Intelectual de guardia, presentador televisivo, gestor de equipos humanos, todo a la vez. Radiofonista que daba las noticias en versos de rima más o menos consonante. Uno de los pistoleros más rápidos de Madrid.

El miedo al porvenir

En aquel año breve en que lo traté –ni siquiera mucho: hablamos cuatro o cinco veces– me di cuenta en seguida de que una de las cosas que más le impacientaban era el pensamiento nostálgico, cuanto más quejumbroso peor, esa general recreación en cualquier tiempo pasado o paraíso perdido que no existió jamás; un estado mental ciertamente muy difuso en la sociedad y que a él le parecía revelar, sobre todo, miedo al porvenir, y el miedo, como residencia permanente, es incomodísimo, es debilitante, es inaceptable.

De esto habla su libro La gran desilusión (Circulo de tiza), que se propone explicar nada menos que «cómo caímos en la época de la incertidumbre… y cómo saldremos de ella». El libro es el destilado, o la cristalización, o (para no ponerme estupendo) el resumen, de su trayectoria periodística que le llevó a vivir en Milán y en París como corresponsal de varios medios ates de volver a Madrid. «Una invitación a la antinostalgia» vertebrada por un ensayo sobre las Siete Desilusiones características de nuestra época, ilustrados con una selección de sus mejores artículos, siempre sensatos y honetamente reflexivos, pero con un punto de divertida chifladura, entre los cuales mi preferido quizá sea uno que empieza así: «El mundo se está encabronando. Puede sonar subjetivo, pero es científico. Y lo dice la Sorbona, que desde tiempos de Mingote es una cosa muy seria: hace cincuenta años reíamos más. Un cuarto de hora al día. Ahora no pasamos de cinco minutos…». O quizá aquel otro sobre el libertinaje, en el que al hilo de la banalización del sexo recuerda a sus exnovias: primero una «algo monjil de la adolescencia, que quería convencerme de que en la cama con vaqueros se dormía mucho más cómoda», antítesis de «la francesa que se me plantó, en una primera cita, con cepillo de dientes y neceser a la cena en mi casa. Yo no sabía si alegrarme por el polvo asegurado o negarme a follar con descartes».

Sé que los libros que reúnen artículos periodísticos no tienen mucha salida; aún así para esos momentos, tan frecuentes, en que uno siente la tentación de la nostalgia, conviene tener a mano este libro, La gran desilusión.