Mariposas en el estómago

17 diciembre 2020

Las mariposas de mi estómago aún no se han extinguido por el calentamiento global. Lo sé porque el otro día vi a Scarlett Johansson en Lost in translation y me subió una corriente bioquímica por el esófago que a punto estuvo de machacarme el corazón, si acaso me queda ya algo de eso. ¡Qué manera de mirar Tokio por una ventana! No creía que se podía mirar nada así en este mundo. ¡Con gente como Scarlett no sé cómo todavía no se han derretido los polos! Ahora que sé que no tengo disecado todavía mi mariposario podré afrontar el próximo invierno con un poco más de calor interior sin tener que astillarme las manos encendiendo la chimenea.

«Las mariposas de invierno acompañan a los forestales, en los meses de enero y febrero, cuando suben a cortar un bosque o aclararlo, o a desbrozar una vertiente en la que las zarzas han formado un colchón tan cubierto y espeso que solo pueden penetrar en él los jabalíes. Con las sierras Stihl allanan pinares, cortan ramas de encina sobrantes y cercenan brezos. A media mañana encienden un fuego de leña delgada, con algún tronco, y es cuando las mariposas de invierno, que han seguido a los forestales desde el pueblo, se acercan al fuego para absorber el calor», escribe Julià Guillamon en Mariposas de invierno y otras historias de la naturaleza.

A Nabokov le preguntaron una vez qué cosas le disgustaban y cuáles le conmovían. «Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas», explicó. En lo de la estupidez estoy con Nabokov: andamos sobrecargados. En lo de cazar mariposas no tanto. Cuando iba de pequeño con el abuelo a sacar a las cabrillas, intentaba coger una. No hubo manera. Ahí, con el abuelito, por los campos desde los que se ve el mar y donde está el algarrobo donde quiero que echen mis cenizas, comprendí la libertad persiguiendo mariposas. Era en aquella época en el que mundo olía a nuevo, a otra cosa. «¿Por qué los alienígenas no dan un paso al frente y nos ayudan? ¿Los azares darwinianos pueden explicar por qué hemos domesticado a perros y gatos, pero no, por ejemplo, a monos y pósums? ¿Te das cuentas de que las ostras tienen, entre sus demás órganos, un corazón? ¿Cuándo fue la última vez que viste una mariposa?», se pregunta Padgett Powell en El sentido interrogativo.

«Limpiando el carrete del móvil me he encontrado una foto de la comida de julio en la que aparece un rincón del corral de casa de mis abuelos. Es el de la ventana que da a la cocinilla, una habitación en la que solo hay una chimenea, una lavadora, tres o cuatro peroles colgados al lado de una hilera de guindillas secándose, dos estanterías llenas de tomate y pisto al baño María y a veces sarmientos para hacer lumbre. Si alguna vez alguien me pregunta a qué huele España responderé que a esa habitación, a la cocinilla, que cuando estaba mi abuela también olía a veces al jabón que hacía ella», dice Ana Iris Simón en Feria.

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