Quedarse en cama
Como esta Semana Santa sólo se podía ir a las procesiones en submarino, me he quedado en casa practicando el noble arte de estar acostado. Nada que no puedas hacer en una cama, dijo Groucho Marx, merece la pena hacerse, algo que sabían bien artistas como Matisse, que pintaba tumbado en ella, o Marcel Proust, que escribía en la suya hecha de latón. El poeta Willian Wordsworth componía sus versos recostado, a oscuras, y volvía a empezar cada vez que se le perdía una hoja por falta de luz. No le damos ningún valor a tener una cama, con un colchón mullidito y unas sábanas blancas, recién limpias y estiradas, suaves como el lomo del leopardo de las nieves.
«Un estudio llevado a cabo por la National Sleep Foundation estadounidense en 2012 descubrió que el 73% de la gente duerme mejor entre sábanas recién puestas (y también que mejora nuestra vida romántica). Una de las mejores cosas de hacerse mayor y de tener tu propio dinero es que puedes comprar productos básicos de mejor calidad, subir un peldaño en la escala del confort. Eso significa que ya no tengo que apañarme con las sábanas llenas de bolas que usaba en la universidad ni con una funda desparejada de almohada que le queda grande», señala Hannah Jane Parkinson en «La alegría de las pequeñas cosas».
Cuando la gente dice que nada cambia y que todo está igual, me acuerdo de la cama en la que el cineasta (¿o es un héroe mitológico?) Werner Herzog dormía en su niñez. El director de «Aguirre, la cólera de Dios» cuenta que su madre no podía comprar un colchón y que los confeccionaba ella misma con sacos de tela áspera y heno que había secado de los helechos. «Las puntas se volvían tan duras como lápices afilados y siempre te despertabas al cambiar de posición mientras dormías», dice en sus memorias. Cambiamos de posición unas cien veces por noche y adquirimos treinta y nueve posturas diferentes cuando dormimos en pareja. Más de la mitad de las personas se acuestan de lado. ¡Cómo nos cuesta cambiar, incluso de postura!
«He aprendido que la única constante en la vida es el cambio. También que cambiamos poco. «Mas gente que cuenta» explica, en boca de veinticinco entrevistados, momentos esenciales para tratar de acercarse a su vida. Hay dudas. Errores. Aprendizaje. Alegría. Nostalgia. Muchas veces, dolor, y, por supuesto, cambio. El libro también delata las inquietudes propias con las que esta entrevistadora ha lidiado durante los últimos años», escribe Anatxu Zabalbeascoa en «Más gente que cuenta», ya disponible en nuestra web y próximamente en librerías.
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