Extracto del medio de comunicación
Ni son refugiados ni este es un libro como los de siempre
Agus Morales ha publicado recientemente con la editorial Círculo de Tiza un libro sobre uno de los temas más candentes del momento: los refugiados. Las imágenes que se encuentran entre sus páginas fueron hechas por la fotógrafa Anna Surinyach. Pese a la complicada tarea,No somos refugiados huye del relato fácil y lacrimógeno para proponernos una nueva forma de analizar una de las mayores crisis humanitarias desde el fin de la II Guerra Mundial. Además de ser una narración punzante con historias duras y de tener la virtud de ensanchar nuestra amplitud de miras, el libro de Morales es un ejemplo de cómo, para contar la complejidad de nuestro tiempo, son necesarias nuevas estrategias narrativas.
Una obviedad: el mundo ha cambiado
Una obviedad que no lo es tanto: en su mayoría, los medios de comunicación siguen intentando contar la realidad como siempre lo han hecho. Con sus héroes y sus verdugos, sus hagiografías seculares y sus hitos epifánicos.
Una idea minoritaria y subjetiva es que existen formas de contar el mundo que se adaptan mejor al período histórico que vivimos y que nos hacen entender de forma cristalina las sociedades que habitamos. Algunas manifestaciones audiovisuales, literarias o artísticas son pruebas fehacientes de un nuevo paradigma narrativo; el periodismo en general, no. El libro No somos refugiados de Agus Morales es uno de esos ejemplos. Un libro que atrapa la realidad y que demuestra que para contar la mundialización hay que hacer acopio de nuevas técnicas narrativas.
En un artículo para El País titulado Individuos insignificantes, Jorge Carrión explicaba mucho mejor la idea que subyace en los tres párrafos anteriores. Resumiendo el texto de Carrión, podemos decir que nos encontramos inmersos en un nuevo orden social que precisa formas discursivas distintas. Sucede también a la inversa: proliferan nuevas estrategias narrativas que quieren plasmar de un modo más acertado, el nuevo orden social post 11-S.
Las nuevas tecnologías y la globalización llevan en su sino una nueva escala espacial, una nueva escala temporal y una nueva escala humana. A grandes rasgos, considera Carrión, en la actualidad son cada vez más frecuentes las narraciones corales donde toman protagonismo los personajes secundarios; las historias que abarcan grandes marcos territoriales para plasmar la complejidad de lo global; y los relatos que exploran nuevas concepciones del tiempo más allá de la representación pura y dura del mundo como presente.
Es en estas tres líneas que No somos refugiados se antoja como un libro innovador y necesario.
La nueva escala humana
Agus Morales hubiese podido escribir un «libro fácil». Un libro que tomase la historia de un refugiado o una refugiada siria y que nos contara las desgracias, peripecias, derrotas y éxitos —no en este orden obligatoriamente— de dicha persona, desde que huye de la guerra hasta que llega a Occidente o se queda en el camino. Un relato ascendente, de la miseria a la gloria, o una historia descendiente, de la esperanza a la muerte, que quisiera ser metáfora de algo. Podría haberlo hecho, pero no lo ha hecho.
Como bien nos recuerda el periodista, también director de la revista 5W, No somos refugiados es el resultado de más de 200 entrevistas. Esta es una de las razones por las que el texto toma una dimensión superior: entre sus páginas se encuentran refugiados que son buenos, refugiados que son malas personas, refugiados que no se sienten refugiados pese a que todos los medios de comunicación dicen que lo son; también hay refugiados que han encontrado refugio en Europa pero que no quieren que los comparen con los refugiados que están a punto de tomar una barca en las costas de Libia, pues estos últimos no tienen legalmente el derecho de asilo. Refugiadas, migrantes y así en un largo etcétera que nos hacen entender que no podemos despachar el tema haciendo del adjetivo categoría.
El título del libro no es solo una provocación. No somos refugiados demuestra que a los que desde Occidente bautizamos masivamente con ligereza, no siempre quieren ser (re)conocidos de este modo.A fin de cuentas, como Agus Morales escribe, «no es inocente llamarlos personas: en esa decisión hay una voluntad de reforzar su identidad humana frente a su identidad de refugiados, que todo lo ocupa, y que no existe, porque ellos no la sienten».
El libro de Agus Morales es también la reivindicación de los personajes secundarios de los que habla Carrión. Ninguno de los personajes que aparecen aquí hubiese querido convertirse en protagonista de nada, y menos de esta historia. De todos modos, en un momento en el que la humanidad, más global que nunca gracias a los nuevos medios de comunicación, empieza a rechazar las narraciones de héroes épicos, el coro trágico se convierte en el eje vertebrador de nuestras historias. Si antes funcionaba el relato desde el centro en el que un hombre con supuestas virtudes casi divinas, como por ejemplo Gandhi o Kennedy, se erigía como paradigma de una época, actualmente sería imposible explicar lo que ocurre en el mundo mediante el proceso sinecdótico; por mucho que ese hombre sea Donald Trump y no tenga ninguna cualidad positiva que le podamos atribuir.
La nueva escala espacial
Son tiempos del efecto mariposa. La archiconocida teoría ideada por Edward Norton Lorenz tiene su acepción política en el sistema mundo en el que vivimos. El hombre que pulsa —literalmente— un tecla en la Bolsa especializada en el compra-venta de materias primas de Chicago, puede causar una crisis alimentaria que afecte a miles de personas en un país como, por ejemplo, Nigeria. A su vez, esa inseguridad alimentaria —eufemismo para no decir hambre— genera miles de desplazados o que Boko Haram gane legitimidad en el país africano.
Ocurre del mismo modo con los refugiados. Un pacto entre Turquía y Europa tiene un efecto directo en la cifra de muertes en el mar Mediterráneo. Un atentado en París ultraderechiza toda la política europea y cierra las fronteras del Viejo Continente, con las consecuentes muertes a manos de las mafias. La decisión de Donald Trump de cerrar fronteras para las personas originarias de ciertos países ocasiona millones de exilios. No es posible entender el fenómeno de los refugiados sin atender a la dimensión internacional del problema. Por mucho que las historias de los llamados refugiados sean absolutamente terrenales.
Agus Morales viaja por más de 17 países para explicar la complejidad del tema. Disloca la geografía que desde Europa tenemos asociada con la idea de los refugiados y nos presenta un mundo en el que los que huyen de sus casas sin quererlo provienen de Centroamérica, Pakistán, Afganistán, Irán, el Tibet o la República Centroafricana. También hay Sirios, por supuesto, pero con este libro-mundo, que diría Jorge Carrión, Morales nos recuerda que actualmente ACNUR contabiliza a 65 millones de personas desplazadas —el 1% de la población mundial— y la mayoría están fuera de Europa. Además, acostumbrados como estamos de ver solo una parte del problema, cuando los refugiados toman un bote que no llega ni a barca y tratan de cruzar el Mediterráneo, el libro —basándose en la metodología de las 5 uves dobles— nos plantea todas las fases de su éxodo: el origen, la fuga, los campos de refugiados en medio del camino, las rutas que siguen y los destinos. ¿Por qué huyen? ¿Quiénes son? ¿Dónde viven? ¿Cómo viajan? ¿Cuándo llegan?
La nueva escala temporal
Parecería que todo empezó el verano de 2015. Parecería que todo terminó en 2016 con el pacto de vergüenza entre Bruselas y Ankara. De hecho, si escribimos en Google «Crisis refugiados», la página de búsquedas nos ofrece en primera posición una entrada de Wikipedia en la que se explica lo que les ocurrió a las personas que huían de la Guerra de Siria, entre esos dos años.
No somos refugiados ofrece una visión largoplacista que demuestra que la problemática de los refugiados tiene profundas raíces en el mundo de postguerra mundial y la descolonización. A modo de ejemplo, vemos el caso de los tibetanos, cuya fecha de partida se sitúa en el año 1959 y que todavía hoy dura. También tenemos el caso de Afganistán, en el que la población se exilió en los 80 con la guerra con la URSS, en el 90 por la Guerra Civil y en el año 2001 con la guerra contra Estados Unidos. A modo de ejemplo tenemos Colombia que ha visto cómo entre 1 millón y 1,5 millones de personas tenían que refugiarse durante los 40 años que duró el conflicto entre narcos, paramilitares, guerrillas y gobierno. ¿Tiene sentido hablar de refugiados cuando el tiempo se estira, cuando los que se van llevan más años en el país de acogida que en sus países de origen? No somos refugiados es también un libro sobre el exilio, la parte menos contada del fenómeno; ese momento en el que los mass-media, nosotros mismos, nos hemos olvidado de los refugiados.
Venimos de unas décadas en las que el presente se convirtió en la medida de todos los tiempo; difuminando la noción de historia en favor de la noción de actualidad y borrando la idea de futuro en pro de la distopía. Todo somos refugiados pone en valor esas dos ideas perdidas: cualquier situación actual es fruto de un origen, y cualquier presente desemboca en un futuro tangible que puede ser intuido desde nuestro días.
Coda
No es extraño que No somos refugiados abra sus líneas con un prólogo de Martín Caparrós. El texto de Agus Morales tiene muchos puntos en contacto con El Hambre del escritor argentino, otro texto que rompe con las escalas a las que hasta día de hoy estábamos acostumbrados.
No en balde, Caparrós afirma refiriéndose al texto de Morales: «Hace un par de años pensé mucho en intentar escribir algo así, un libro sobre los nuevos muros; desde entonces, cada tanto, volvía a preguntarme por qué no lo hacía. Ahora puedo contestar sin más dudas: porque Agus Morales ya lo hizo«.
Faltan textos como estos. Faltan libros que nos den una dimensión humana, geográfica y temporal más acorde con nuestro mundo. Son la base para elaborar una conciencia crítica.