Echarse novia formal
Hacía tanto tiempo que no escribía que he tenido que pararme un rato a pensar si se hacía de derecha a izquierda o de arriba a abajo, y si era a mano o a máquina, como la ropa, y qué debía hacer con todo ese blanco que tenía delante. Superado el desconcierto, he visto que estaba otra vez en forma, que hacía sol mientras llovía y que quizá sería un buen día para echarse novia formal. Creo que la vida no tiene sentido pero es el único lugar donde puedes sentarte a media mañana a tomarte un Martini con aceitunas y además observar, con todo flujo de detalles, todo lo que Dios hizo en seis días, que parece en verdad poco tiempo si se tiene en cuenta que una pizza tarda en llegar a casa un par de semanas. Dios fue un gran decorador, de eso no cabe duda.
«Cuando todo te parece una mierda, y a lo mejor lo es, o no hallas refugio contra tus fantasmas, o cuando en casa hay demasiado ruido, incluso demasiado silencio, pero necesitas seguir escribiendo, siempre te queda el bar. De hecho, mientras haya infierno y bares cerca, hay esperanza. Nada está bastante perdido si todavía puedes dar un portazo, irte de casa y bajar al café», escribe Juan Tallón en ‘Mientras haya bares’.
Me gustaría rectificar, que es el verbo que mejor sabe conjugar el actual Gobierno, y decir que a lo mejor la vida tiene sentido y que lo importante son las cosas pequeñas: las gambas de Huelva, los anillos de diamantes, el papelito con la clave de la caja fuerte, las cápsulas de cianuro… La vida parece, a pesar de todo, bastante bella, aunque a veces la cosa se ponga turbia como cuando te meten la cabeza en un estanque de agua para que declares o tengas micrófonos instalados hasta en la bañera. ¡No nos quieren dejar solos, comprendedlo! Vamos a morir pero lo bueno es que a lo mejor no va a ser esta tarde.
«Entre tú y yo, amigo: si de verdad existe Dios y ya te han acomodado en este paraíso suyo a donde, dice el catecismo, van las almas buenas cuando abandonan esta vida o las sacan a la fuerza, como sucedió contigo, pregúntale al presunto implicado aquello que tantas veces nos repetíamos el uno al otro para lamernos las heridas tras las victorias más inexplicables del enemigo deportivo: «Padre nuestro que estás en los cielos, ¿es usted aficionado al Real Madrid o es socio y abonado?», dice Rafa Cabeleira en ‘Alienación indebida’.
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