Escribir de un tirón

30 junio 2025

La noche del 22 al 23 de septiembre de 1912 a Franz Kafka se le durmieron las piernas. Entre las diez y las seis de la mañana, el autor checo escribió de un tirón su obra «La condena». Al terminar no podía sacar de debajo del escritorio sus extremidades. Esa madrugada se sentía eufórico. Escribiendo se le había pasado la noche volando. «Cómo puede uno atreverse a todo, cómo está preparado para todas, para las más extrañas ocurrencias, un gran fuego en el que mueren y resucitan. La última vez que miré el reloj eran las dos. En el momento en que la criada atravesó por vez primera la entrada escribí la última frase», anota en sus diarios.

«En los días de aprendizaje, hacia 1910, Kafka empezó a trabajar en un peculiar laboratorio de influencias, el más singular del siglo pasado. Los «Diarios», por un lado, Y, por el otro, las prosas indecisas que acabarían conformando su primer libro, «Contemplación», publicado en 1912. También Kafka tuvo que forjarse un estilo. Lo inventó a la sombra de Walser, pero también de Kleist, de Chéjov, de Dickens y del cervantino Flaubert», escribe Enrique Vila-Matas en «Impón tu suerte».

Desde hace años a Jaime Rodríguez le bailaba una historia en la cabeza. Necesitaba darle forma antes de que se hiciera más grande que él mismo. Con la intensidad de Kafka, se puso a escribirla en tres meses. Pero tardó dos. Se encerró en una pensión de la Gran Vía de Madrid y tecla a tecla, pum, pum, no hizo otra cosa que acabar su primera novela: «Muérete, Cupido», un libro que verás en las manos de mucha gente tumbada en su toalla estos meses de verano.

«Escribo a todas horas. Escribo y paseo y, mientras paseo, a veces, también escribo. Lanzo notas de voz a mi iPhone mientras ando por Velázquez. Chateo conmigo mismo bajando Castellana. Escribo en mi teléfono en un banco del Retiro. Ideas, fragmentos de nada. Frases inconexas que pienso acabarán siendo un capítulo: «Un libro es una casa»; «El camino más corto entre dos puntos es aburridísimo»; «Estaba tan ocupado emborrachándome que me olvidé de escribir un libro sobre cómo me emborrachaba», escribe en esta obra.

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