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Nosotros somos la esencia de las cosas. Somos el relato que sostiene el mundo. Somos la ficción que crea la realidad.
Un diálogo entre el cine y los libros, en un momento en que ambos corren riesgo de desaparecer. O no. Un relato que fascinará a cinéfilos y a lectores por igual. Porque al fin y al cabo, es la ficción la que nos construye y la que nos permite soñar.
Ya en la vejez andaba encorvado. Como si le pesara sobre los hombres el recuerdo de unos brazos. Los de una mujer. Los que le ceñían felices cuando el amor todavía parecía posible. Antes de que todo se rompiera y de los barbitúricos en la mesilla de noche. Caminaba cargando con la sombra resplandeciente de los brazos de Marily. Arthur Miller, alcanzado por una edad que a ella le negó la tristeza, llevaba todavía encima el peso de aquel matrimonio marchito. De aquella infelicidad. De una sesión que les dejaría siempre juntos frente al objetivo de Richard Avedon. Miller, el hombre que nunca fue suyo del todo, sí que lo fue del fantasma del abrazo lejano
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