Rebeldía de hombre en babuchas
Aprendí a mirar leyendo. Me hice mejor persona con un libro en las manos, allá, al final de la casa, como el que no quiere otra cosa. Soy lo que he leído. Lo que he amado. No mucho más. Toda la belleza que he ido acumulando en todo este tiempo que se pasó demasiado rápido, como siempre se pasa lo mejor de la vida. Me hice grande por dentro palabra a palabra. Los libros me hicieron pensar, me dieron sosiego y una alegría que no puedo quitarme de encima. Y toda esta rebeldía, esta desobediencia perenne que arde en mí a cada paso.
«Hay en todo lo suyo un centro gravitatorio de clandestinidad, de desconcierto, de insumisión. Una rebeldía de hombre en babuchas y con la línea de tiro del pantalón un palmo por debajo de su sitio. Gasta un físico muy adecuado a su figura. Rostro de lechuza inapresable. La cabellera disparada. Las cejas pobladísimas y alborotadas como si pensaran por sí mismas a 220 voltios», escribe Antonio Lucas sobre Rafael Sánchez Ferlosio en Vidas de santos.
Se puede vivir sin leer pero eso no es vida. Me hice leve, ligero, templado línea a línea. Me hice más justo leyendo. Más bueno. Más entusiasta de todo lo bello. Me hice silencioso, observador, sensible entre estos rectángulos de papel que te hacen libre, que te hacen humano cuando lo humano está disminuyéndose. Cada libro puso mi cabeza patas arriba. Hizo de mi vida una pequeña fiesta que no se acaba nunca…
«Las únicas fiestas de disfraces a las que me habría gustado asistir fueron la fiesta Black & White que organizó Truman Capote en el Hotel Plaza y la legendaria toga party del inolvidable John Belushi al ritmo de Shout en Desmadre a la americana«, dice Javier Aznar en ¿Dónde vamos a bailar esta noche?
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