Watergates

29 noviembre 2022

Los periódicos están muy bien para leerlos a media tarde en el Ritz mientras suena el piano, te tomas un Drambuie con mucho hielo y tienes que mirar varias veces el DNI para asegurarte de que no te llamas Marcel Proust. Pasas las hojas rápido, ojeas los titulares, lees la contra y, a veces, cuando levantas la cabeza, ves pasar a Pedro J. con la nueva o a Ansón con paso monárquico por las alfombras recién puestas.

Trabajar en los periódicos ya es harina de otro costal. Pierdes el pelo rápido, te salen alopecias areatas en la barba y la gente te pregunta durante seis meses cómo te has quemado. Te pagan tan poco que tus padres no pueden quitarte la paga hasta los cincuenta años. Hay días que sales tan tarde que cuando llegas al sitio donde has quedado con la que te gusta, ella ya se ha ido con otro, quizá con el que escribe las necrológicas, que lleva dos horas en el bar porque a veces no se muere nadie. Luego están las cosas de las que hay que escribir, todo excepciones, nada bueno, no vaya a ser que algún lector se anime, se venga arriba y duerma tranquilo.

«Los periódicos se editan cada vez de forma más irreflexiva y eso traslada a los lectores una imagen demasiado brusca, fatalista y deformada de la realidad, lo que provoca en la opinión pública un estado de preocupación constante. Recibe advertencias constantes a través de los medios de comunicación, que le hablan de la prima de riesgo, la crisis climática, el desabastecimiento, la inflación, la guerra mundial, los ataques bacteriológicos, las cepas de covid-19, el populismo…», escribe Rubén Arranz en ‘Perro come Perro’.

Me advirtieron que no hiciera periodismo porque no tenía salida, ni siquiera de emergencia, pero la soberbia ciega y yo lo tenía idealizado, que es una de las muchas formas de disfrazarse que tiene el autoengaño. Me veía con tirantes, reuniéndome con Ben Bradlee media hora antes del ocaso para destapar nuevos watergates. Amo trabajar de periodista tanto como salir en enero a tirar la basura. Eso sí, sin buen periodismo no hay democracia. Un periodismo débil es siempre una amenaza.

«¿Qué me ha dado el periodismo? Un sueldo a final de mes, algunos confidentes que se olvidarán de mí en el momento en el que dimita o me despidan, un teléfono al que llegan mensajes día y noche y un grupo de compañeros que terminan los días con la lengua fuera», continúa Arranz.

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Perro Come Perro